Las sombras de la marcha de Navarro
La dimisión de Navarro es la puntilla a una gestión marcada por continuos desatinos que se tardarán en enmendar
Se marcha el que será recordado como uno de los concejales que congregó más enemigos en menos tiempo. El que fuera uno de los pilares del primer ‘kichismo’ puso ayer su cargo a disposición del alcalde, el mismo que lo había ido apartando poco a ... poco de los focos, al perder «la ilusión». Antes, cuando todavía conservaba el entusiasmo, se vio envuelto en varios procesos judiciales, presumió de una venta como la del hotel del Carranza que no llegó y enquistó el conflicto con la Policía Local, pese a que él había formado parte de la plantilla.
Eso sí, Navarro fue capaz de poner de acuerdo a la oposición durante el primer mandato de Kichi . Y fue para pedir su reprobación en el Pleno, debido al tono bronco, con un uso desmedido de la sorna, durante sus intervenciones en el Consistorio. El alcalde, y su grupo, se quedaron solos en el apoyo al concejal.
Navarro fue uno de los artífices de que el TSJA echara para atrás el primer presupuesto del autodenominado ‘ayuntamiento del cambio’. El alto tribunal consideró, con un lenguaje técnico, que incluir como ingreso los 9,8 millones de euros que esperaban ingresar por la venta de un módulo hotelero era trampa. Años después, el cartel de ‘Se vende’ sigue colgado del estadio, con el único cambio a la vista del nombre del edificio en el que se asienta.
Su ineficacia en la gestión ha quedado fotografiada por los hechos. Como concejal de Seguridad Ciudadana, ha llevado al Ayuntamiento a un enfrentamiento con su propia Policía sin parangón, que ha dejado a la ciudad sin agentes patrullando la playa. Como delegado de Limpieza, no ha sabido sino prorrogar el contrato de Sufi Cointer. No una ni dos, sino hasta cinco veces.
El ya exconcejal afirmó ayer en su despedida –la segunda que se produce este año en la coalición de gobierno tras la marcha de Teresa Almagro–que no se llevaba «el mejor concepto de lo que tendría que ser la política». «Siempre he creído que la política es otra cosa» ha afirmado, y se ha permitido un «aún queda mucho por madurar democráticamente» que no se acierta a comprender si es reflejo de autocrítica o, nos tememos, una última pataleta. El alcalde tiene ahora el reto de buscarle sustituto, ya con el escarmiento de saber que para determinados puestos se necesitan políticos con capacidad de diálogo y vocación de encontrar soluciones por encima de todo.