Solidaridad en tiempos de aflicción

Lo mejor de todos nosotros aflora también en los peores tiempos que hemos conocido

En estos tiempos de miedo e incertidumbre, en los que cada cual se traga en silencio media docena de preguntas dolorosas cada día para no asustar aún más a los que quiere, aflora también lo mejor de la condición humana. Hoy comienza la ... primavera, toque de queda para la alegría cualquier año menos éste 2020 que nunca olvidaremos los que, con todo, hemos tenido la suerte de comenzarlo. Esa felicidad natural ante la llegada del mejor tiempo, ante el esplendor de la naturaleza, será diferente y peor porque los tiempos son oscuros y sombríos como casi nadie –a no ser que haya vivido una guerra– conoció nunca. Pero si es humano el miedo, también lo es la solidaridad, el instinto de ayudar a los iguales que somos todos, incluyendo los desconocidos. Antonio Soler recordaba ayer el inicio del ‘Decamerón’, porque todo está escrito: «Humana cosa es tener compasión de los afligidos; y aunque les conviene a todos sentirla, se les exige especialmente a aquellos que en algún tiempo tuvieron menester de consuelo y lo encontraron en los demás». Como se ve, los casi siete siglos transcurridos desde que nacieron esas líneas se han evaporado súbitamente. Apenas hace diez días se hacía sangre con las posibles medidas de prevención ante una amenaza que –seamos honestos con nosotros mismos– casi nadie temía tan poderosa y cruel.

Ahora ya no hay dudas, ni comparaciones con gripes, ni chascarrillos sobre la exageración colectiva. Como titulaba Íñigo Domínguez, es el momento de entender que hasta el pasado jueves «éramos felices y no lo sabíamos». De golpe, hemos entendido que la denostada normalidad, la criticada rutina, los hábitos repetidos, son un lujo que sólo tiene una condición ‘sine qua non’. Es la salud. Ahora que nos hemos dado cuenta, es tarde. Sólo es tiempo de recuperar lo perdido para que el daño, en vidas por encima de todo y en el sustento de tantas familias después, sea lo menos gigantesco posible.

Es el tiempo de la aflicción, del consuelo y la compasión. De la solidaridad y del aprecio -como tanto se repite en estos momentos– de lo verdaderamente importante. Aparece lo mejor del ser humano en cada casa, en cada momento, cuando vivimos lo peor que hemos conocido ¡Quién pudiera volver a discutir sobre si Cervera sí o Cervera no! O sobre el futuro de Cataluña o el presente del Ayuntamiento de Cádiz. Todo es un baño de realidad. Colectivo. Helado. Enorme.

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios