Una Semana Santa para volver a la normalidad
La caída de la incidencia va a coincidir con una celebración que, con la obligada prudencia, nos puede recordar que el milagro de la vuelta a la antigua vida está más cerca
Ayer, la provincia, y toda la Cristiandad, celebraba el Viernes de Dolores. Arrancaba una Semana Santa con un olor y unas sensaciones diferentes. Nunca un Viernes de Dolores se había vivido en la calle Sagasta de una manera tan intensa. Los cofrades, las imágenes, la ... devoción, el incienso volvían a reencontrarse con su pueblo, con su gente. Estos dos años lo han cambiado todo. La tradición, la fe para quien la tenga, ha podido mantenerse intacta pero el resto ya no es igual. Las dos Semanas Santas sin ese encuentro entrañable con los recuerdos y las evocaciones de cada uno han dejado un poso que en estos días, y hasta el próximo Domingo de Resurrección, intentaremos ir dejando atrás.
Pero hay que ser prudentes. El consejero de Salud repetía recientemente que la pandemia no había terminado. El mismo presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, reiteraba su deseo de que la obligatoriedad de la mascarilla en interiores se hubiera prolongado más allá de Semana Santa y hubiese incluido a las principales ferias andaluzas. Según los datos que pudimos conocer ayer, la tasa de incidencia ha disminuido en más de 60 puntos en la provincia y ahora se sitúa en 206,3 casos, una cifra moderadamente alta pero que con la pauta de vacunación actual ha hecho que podamos respirar con cierto alivio. La ocupación hospitalaria y, sobre todo, de UCI, lo corroboran.
Sin embargo, no está de más que sigamos llevando una mascarilla siempre en el bolsillo por si hay grandes aglomeraciones y para evitar la escena de entrar en lugares cerrados sin el cubrebocas puesto. Es un sencillo gesto que, a tenor de la tendencia actual de la pandemia, no debe prolongarse mucho más y que acelerará, si todos cumplimos, la vuelta a la normalidad absoluta.
En estos días, no obstante, debemos tratar de recuperar lo que aparcamos en las primaveras de 2020 y 2021 y reencontrarnos con ese Cádiz que estaba latente en nuestro recuerdo. Ya hemos pasado por la pasión y, en demasiados casos, la muerte en este largo calvario de la pandemia. Toca ya, por fin, la hora de la resurrección.