La ruptura sintomática

El programa del Gobierno de coalición no parecía extremista pero pactar con Bildu a escondidas lo es

El programa de coalición PSOE-UP, ‘ Coalición progresista. Un nuevo acuerdo para España ’, once capítulos que ocupan una cincuentena de páginas a cuyo pie están la fecha –30 de diciembre de 2019– y las firmas de Sánchez e Iglesias, desarrolla un programa socialdemócrata ... que resulta perfectamente homologable en la Unión Europea. No hay en él elementos antisistema, ni colisión alguna con la Constitución vigente, ni excesos que puedan generar dificultades en el diálogo social, ni elementos que puedan disuadir a los inversores internacionales, ni argumentos susceptibles de frustrar los grandes consensos de Estado que caracterizan a las grandes democracias europeas, que han compatibilizado hace tiempo el pluralismo exultante con un respeto riguroso al contrato social, a las reglas de juego occidentales.

Pese a ello, es evidente que cada cual tiene su propia historia, y si el PSOE puede traer a colación en cualquier momento su papel en la transición, la larga etapa de gobierno de Felipe González y la más breve de José Luis Rodríguez Zapatero, así como su labor de oposición durante los gobiernos del PP, la más breve historia de Podemos ha sido una evolución rapidísima desde una fuerza antisistema, que cuestionaba «el régimen del 78», a un partido constitucional de gobierno que, aunque lógicamente discrepe parcialmente de la Carta Magna, sabe que sólo existe un camino de reforma, que es el que la propia ley fundamental establece.

Así las cosas, a nadie puede extrañar que la coalición PSOE-UP genere cierta desconfianza en determinados agentes políticos, económicos y sociales, ya que la evolución de Pablo Iglesias puede o no ser sincera. Y aunque todo el mundo tiene derecho a evolucionar –Santiago Carrillo y Manuel Fraga no pensaban lo mismo en los años 50 que cuando acataron con mayor o menor entusiasmo la Constitución de 1978–, la mejor manera de obtener credibilidad es la coherencia del proceso evolutivo.

Por eso tiene extraordinaria importancia el desgraciado pacto que PSOE, UP y Bildu firmaron con nocturnidad y sorpresa para comprometerse a la «derogación íntegra» de la reforma laboral de 2012. Pacto rectificado mediante aclaraciones horas después por el PSOE pero defendido con ardor por Iglesias («pacta sunt servanda»), y finalmente desautorizado con autoridad y contundencia por Nadia Calviño.

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