La renta y la enemistad de Cádiz con los números
En etapas de crisis o de recuperación, la riqueza por habitante y año sigue demasiado lejos de la de otros territorios, incluso por debajo del salario mínimo
Pasan los años, avanza la era digital hasta imperar a lomos de un virus, pero los guarismos siguen enemistados con los gaditanos. O los gaditanos con los números. Somos uno de esos pueblos del mundo, como los cubanos, como los colombianos ahora en llamas y ... casi todos los latinos, en general, a los que las palabras se les dan bien. Tenemos capacidad para combinarlas y jugar con ellas, para provocar emoción, alegría, nostalgia, risa o llanto. Queda comprobado cada mes de febrero (aunque en el último no pudiera ser) y hay pruebas a millares cada Carnaval. A los gaditanos, a los andaluces, a los meridionales, se nos dan bien las palabras pero estamos obligados a convivir con los números.
Los nuestros, los de los habitantes en esta provincia, no son buenos. Son peores que todos los que hay en España y en Europa. Así ha sido históricamente pero en los últimos 40 años nos hemos autoimpuesto la tarea de mejorarlos, de igualarlos. Ese logro, por ahora, nunca llega. Con crisis financiera o sin ella, con recuperación o sin ella, con hecatombe sanitaria por pandemia o cuando empiece a menguar. La renta per cápita, el dinero del que dispone cada persona por año, es aquí asombrosamente baja respecto al resto de zonas incluso de España. Mejor no comparar con Europa. En las mejores etapas, se acerca tan despacio que desespera a los más pacientes. La tasa de paro forma el más conocido de esos dígitos pero hay más fracasos. La renta per cápita ni siquiera llega al salario mínimo en la gran mayoría de nuestro territorio. Desgraciadamente todos van ligados... El desempleo o el porcentaje de abandono escolar, en la raiz de los demás. A partir de ahí, salen todos, los de vivienda en propiedad, gasto público por paciente o alumno, inversión en cultura o vacaciones, en ocio, por no hablar de investigación, patentes o tecnología. Las letras calientan pero los números alimentan. Así que la provincia tiene la obligación de coger uno casi al azar, por ejemplo el 2022, y convertirlo en su talismán, en su boleto premiado, en el que marque el inicio del acercamiento a los números de la prosperidad social que gozan en otras zonas de España, ni más, ni menos. Eso no va a llegar en un año, de un día para otro. Pero tiene que comenzar alguna vez, algún año, algún día.