OPINIÓN

Cádiz, ¿quieres más a papá o a mamá?

La triste noticia de Manolo Santander hizo surgir nuevas palabras, nuevos sentimientos. Nada era lo mismo

La pregunta es tan cruel como repetida. Usted la habrá hecho alguna vez y seguramente la habrá recibido. ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? Los niños, con esa prístina inteligencia a prueba de trampas, nunca contestan. O lo hacen tan rápido que ... es como si no dijeran nada. Esta semana nos ha dejado uno de los padres del Carnaval. Manuel. Manolo. Manolito. Y en periódicos, tertulias de bar o en casas, la misma pregunta tonta, la que no tiene más respuesta que un silencio o una contestación demasiado rápida. ¿A qué carnavalero queremos más?

Teníamos la sensación, antes de conocer una noticia ya temida, de que este dolor nos sabría a conocido. De que no hallaríamos palabras porque todas las habíamos gastado cuando otro de los padres de pasodobles, de cuplés y de estribillos dio su último pase. Los adjetivos, cuando se hacen tan superlativos, se terminan quedando vacíos para el siguiente. Como las preguntas, como los nombres. ¿A quién echarás más de menos, a papá o a mamá?

El lunes todo cambió. Las sensaciones nos volvieron a aplastar y las palabras nuevas, desentrenadas y dolorosamente deletreadas iban saliendo de nuestros labios o de nuestros dedos. Manolo se había marchado. Nadie quería comparar, nadie iba a trucar una balanza en la que poner a los últimos carnavaleros que no renovarán voto con la Tacita.

Manolo fue único. En la memoria de todos quedará un himno que ha hecho más grande al Cádiz CF (en la misma proporción que el pasodoble de ‘Los hombres del mar’ hizo más grande al Vaporcito), la regla para saber dónde está Cádiz Norte y, sobre todo, una chirigota con la que fue capaz de burlarse de lo que temía que podía ocurrir Para mí, Manuel Santander («picha, llámame Manolo que parece que estoy hablando con el del banco») fue aquel chirigotero que me abrió la puerta de su casa (en plena mudanza) cuando yo apenas estaba empezando a juntar letras. Fueron dos horas de entrevista torpe con preguntas previsibles, de larguísimos titubeos y de equívocos que Manolo fue disculpando con paciencia y simpatía, en la que me presentó a su familia y me dio de merendar. Mil febreros después, igual de torpe y más canoso, me siento a escribir de él con el mismo nerviosismo familiar con el que hice aquella entrevista.

El tiempo pasará, no sabe hacer otra cosa. Cuando hagamos balance de lo que ha pasado en el universo de mitos y dioses propios que es Cádiz en este 2019, descubriremos que fue el año en que nos quedamos cruelmente huérfanos. ¿A quién extrañaremos más en el Falla? No se puede elegir entre papá y mamá.

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios