Prudencia para ver pasar el final de lo peor

Hay datos para creer que la fase más dañina de la pandemia se acerca a su fin pero también para atender sin pausa a los más vulnerables

A golpes aprendemos y llevamos muchos desde aquel 14 de marzo de 2020 en el que se declarase una alerta sanitaria que nunca habíamos conocido. Casi 18 meses después de pasar por fases de terror, de muerte, de confinamiento, reaperturas progresivas, mejoras temporales, subidas y ... bajadas, estamos en el punto que denominan quinta ola. Al parecer, está descendiendo. Los indicadores de contagio, tanto en la provincia de Cádiz, como en Andalucía y España, hablan de un sostenido descenso. Sumado al progresivo avance de la vacunación, ya superior al 70%, hace prever que las nuevas oleadas serán menores y, sobre todo, mucho menos dañinas. Ojalá. Pero si algo hemos aprendido, a golpes, es que no hay margen para la confianza y la relajación. Las cifras de fallecidos vuelven a ser altas porque la mortalidad lleva semanas de retraso respecto a los contagios. Ahora que bajan estos últimos, de nuevo, cabe esperar que los decesos también empiecen a descender hasta acercarse al esperado, ansiado, cero.

La curva y el ritmo de infectados por el coronavirus se ralentiza. Comienzan a recogerse los frutos de las complejas medidas de protección, mediante restricciones o inoculación, puestas en marcha de nuevo por la Junta de Andalucía. Con todo, que se hayan triplicado los casos en las residencias de ancianos, con todos sus ocupantes ya vacunados, es un aviso para evitar una confianza perniciosa, una falsa sensación de seguridad. A partir de ahora, con cuidados especiales para los más vulnerables, toca aprender a vivir con el virus, a recuperar actividades, hábitos, consumos pero de forma responsable y prudente, sin excesos. Ya hemos comprobado como pueden acabar. Los datos de contagiados en la provincia son un rayo de esperanza. Los casos graves que en las UCI de los diferentes hospitales también bajan y toca superar el peligro de colapso en la atención primaria, en el resto del sistema sanitario, para que se pueda atender a otros pacientes con el máximo de garantías. Aún habrá brotes -ojalá que cada vez más aislados y menos dañinos para los afectados- en las residencias de mayores y en los propios hospitales. Pero hay datos para pensar que serán progresivamente menores. Toca hacer balance, utilizar toda la experiencia, sumar optimismo a la precaución e iniciar una recuperación que aún puede tener altibajos. Pero merecemos pensar, queremos creer, que lo peor va quedando atrás.

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