Un problema que persiste, y que es un riesgo
Por segunda vez en poco tiempo un asentamiento de personas sin hogar sale ardiendo. Es un asunto social que urge remediar, pero también un peligro
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Ya ocurrió en el verano de 2020 cuando las pérgolas de Santa Bárbara en la capital gaditana salían ardiendo. Los vecinos del Mentidero alertaban rápidamente al 112 informando de un incendio en la zona del mirador donde vivían personas sin hogar. El humo era visible ... desde numerosos puntos de la ciudad, e incluso desde Valdelagrana, en El Puerto. No hubo que lamentar heridos porque los bomberos actuaron de forma inmediata y desalojaron a dos personas que allí se asentaban. Pero las llamas devoraron la instalación por completo – 1,7 millones de euros de inversión–, y además alertó y preocupó a todos los vecinos de la zona por si el fuego se extendía. Es decir, un verdadero peligro.
Pues ayer volvía a pasar. Esta vez en el foso de un monumento tan apreciado e histórico en Cádiz como son sus Puertas de Tierra. Allí también se asientan personas que no tienen un techo donde dormir y en esa zona han instalado algunas tiendas de campaña para refugiarse. El incendio fue leve pero con el fuego nunca se sabe. Precisamente hace unas semanas se limpiaba ese foso que estaba lleno de basura tras insistentes quejas vecinales (si no se hubiera limpiado...).
Así que ante estos dos ejemplos del riesgo que se corre sobre algo que está completamente incontrolado, el equipo de Gobierno del Ayuntamiento gaditano, liderado por Kichi, debería de poner una mayor insistencia en solucionar el problema del ‘sinhogarismo’ que cada vez ha ido a más en Cádiz. Varios puntos de la ciudad se encuentran ocupados por estas personas sin recursos. Y además de una preocupante evidencia del fracaso de las políticas sociales y de ayuda que existen, es también un riesgo para la convivencia vecinal. Porque en estos asentamientos, como es normal por la falta de recursos de estas personas y la no seguridad de un lugar no adaptado, se pueden originar multitud de peligros. Son un claro foco de inseguridad. Tanto para las personas que se ven obligadas a vivir allí por su devenir en la vida, como para el que reside o pasa por al lado y está por tanto también en riesgo. Así que no se trata de ningún juego. Los avisos ya se han dado.