La prédica que nunca reparte trigo
Kichi utiliza las ayudas y subvenciones como un arma política mientras su gestión ahoga, con su desidia, a los hosteleros y comerciantes locales
Si algo por lo que será recordado el alcalde de la ciudad, José María González, ‘ Kichi ’ es por su inmensa capacidad para hacer pasar por virtud los defectos de su gestión y por su innegable talento para culpar a las demás administraciones de ... los errores que campan en la suya. Como si de un prestidigitador se tratara, cada vez que saca un conejo de la chistera o adivina que el tres de bastos era la carta en que el ciudadano había pensado, hay que sospechar porque siempre lleva truco. Como cuando anuncia ayudas a distintos colectivos que, en la mayoría de los casos, se queda sólo en el nada por aquí y nada por allá.
Kichi, en primera persona o como epónimo de toda la gestión que realiza su coalición de Gobierno, es un habitual de la prédica en todos los foros. Es constante su presencia en los medios de comunicación y, sobre todo, en sus redes sociales, para criticar que el Gobierno central (al que atiza en su lucha por reivindicar la pureza de la izquierda) escatima ayudas o para afirmar que la Junta (su perenne ‘sparring’, al que atribuye todos los males de la ciudad) regatea fondos a los gaditanos. Pero esa prédica está vacía y no va más allá de una promesa de trigo que nunca llega a los comerciantes y hosteleros de la ciudad, ahogados por una crisis que se prolonga desde hace un año.
Y mientras saca pecho con el anuncio de nuevas ayudas por valor de casi 800.000 euros para los comerciantes gaditanos, éstos le replican que lo que quieren es que les deje trabajar. El ejemplo perfecto lo constituyen los hermanos Andrés y Ramón Muñoz, que iniciaron hace un año la peregrinación burocrática de conseguir la autorización para una terraza en su restaurante. Ocho meses después, solo les dieron la autorización para abrir el interior del local pero no tienen noticia, como ha denunciado Ciudadanos, de esa ansiada licencia que, recordemos, no es para un aeropuerto o una central nuclear, sino para una terraza. Así que mientras que el regidor prepara el truco y, con un bastón de mando que es más bien una varita mágica, proclama grandilocuente y engolado que «el municipalismo ha sido el primer y más efectivo muro de contención», su errática gestión hace que la licencia para que dos emprendedores que quieren, simplemente, que les dejen trabajar, se demore más de un año.
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