El apunte

El precio de comprar fronteras tranquilas

La vuelta a la ‘normalidad’ de las relaciones entre Marruecos y España coincide causalmente con este freno a las pateras

La inmigración ya no es sólo un movimiento poblacional. En estos tiempos líquidos, relativistas e hipócritas, se ha convertido en un arma tanto o más efectiva que un tanque o un fusil. Y mucho más sutil.

Las democracias occidentales compran fronteras tranquilas a sátrapas de ... medio mundo, a los que no tienen más remedio que ofrecer concesiones si no quieren que su estabilidad, cimentada en valores tan abstractos, se tambalee. En cierto modo no hay buenos y malos, sino que la diferencia se establece entre ‘mis’ malos y los otros.

Observamos continuamente los chantajes a Europa desde sus diferentes flancos. Si algo no cambia pese a la evolución histórica es que el peligro se focaliza especialmente en las fronteras, donde el riesgo, y por tanto el miedo, es visible y palpable. Y Cádiz tiene frontera (marítima) no sólo con Marruecos si no con todo un continente en vías desarrollo (el eufemismo para tildar al antiguo tercer mundo de la Guerra Fría).

El país alauita maneja sus relaciones diplomáticas con España como si cocinara un puchero, abriendo y cerrando la válvula de presión según sus intereses. abriendo y cerrandos las vallas físicas y saladas a conveniencia.

En los últimos años de confrontación entre las dos naciones soberanas ha sido histórico y obsceno el flujo migratorio: numerosas pateras empujadas (no sólo) por las mafias, que se aprovechan de la desesperación humana, han ido llegando a nuestras costas. De Tarifa a Sanlúcar, pasando por Conil, San Fernando, Chiclana y Cádiz. Imágenes dantescas por el grosero contraste entre turistas pudientes y migrantes naufragados.

En cuestión de meses ‘el problema ha desaparecido’ (más bien, se ha escondido). La vuelta a la ‘normalidad’ de las relaciones entre ambos estados coincide causalmente con este freno a las pateras. «Esto quiere decir que cuando Marruecos quiere poner control en sus fronteras, lo hace». Las cifras son similares a los peores tiempos de la pandemia, cuando todas las fronteras se encerraron para controlar el virus.

Es una calma satisfactoria pero dolorosa, por su carácter coaccionador y efímero. Es preciso señalarlo y denunciarlo para comprender las veleidades de este mundo, en el que se negocia con sufrimiento y vidas. Y reconocer que el confort y el bienestar propio tienen un precio injusto por encima de las falacias moralistas que lo fían todo a la supuesta humanidad de los dirigentes.

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