Las playas, tesoro y refugio
Las orillas de Cádiz deben presentarse como la maravilla que son, como motor económico y también como paraíso a salvo de la enfermedad
En estos momentos resulta difícil recordarlo. Pero quizás es más necesario. Ahora que todo está en duda y que la parálisis o el temor hacen cuestionar cada hábito diario es complicado pensar en vacaciones, en descanso y disfrute. Pero muchos miles de personas se están ... sobreponiendo al impacto que ha causado la pandemia (al psicológico y al económico, el otro es irrecuperable) para pensar en unos días de relajación en un algún lugar de naturaleza generosa. En ese pensamiento, en esos corazones como busca el Patronato Provincial de Turismo, debe de entrar Cádiz. A estas alturas, resulta ridículo recordar lo que son las playas para Cádiz. Son su alma y su escaparate, su mayor atractivo y patrimonio. Pocas provincias españolas tienen más kilómetros de arenas más limpias, de orillas más largas y anchas. Muchas de ellas sin mancha de edificios. Es evidente que forman parte esencial, quizás la principal, de la oferta de todo el sector servicios, el que más ha sufrido el impacto de la crisis sanitaria. Nadie lo va a poner en duda, menos aún en mitad del verano por más que sea este verano. Por ese motivo se trata de mostrar –de poner en valor, que dicen los políticos– una riqueza tal que va mucho más allá de lo paisajístico, que es valor natural, escenario cultural y hasta pulmón de varias ciudades de la provincia que no tienen otras alternativas verdes.
En estos momentos, debe incluso ser consuelo y refugio para unas familias, para unos ciudadanos, dolidos. O por el golpe a la salud de sus seres queridos o por temer una quiebra de vida económica en los próximos meses. De ahí que haya que presumir de playas, que haya que lucirlas y cuidarlas, presentarlas, acondicionarlas con todas las medidas de seguridad posibles, sí, pero con su belleza imponente e innegable. Si las playas se entregan a un mal uso, si se convierten en escenario de malas prácticas de personas imprudentes e insolidarias o si se venden por parcelas a intereses comerciales particulares, son miles de gaditanos y visitantes los que pierden su gran lugar de esparcimiento. Y en este verano lo necesitan más que nunca. Como motor económico y como bálsamo. De chiringuitos a hoteles, de transportes a gastronomía tienen un vínculo con las playas desde Sanlúcar hasta Sotogrande.
De ahí que haya que protegerlas y cuidarlas, embellecerlas pese a todas las medidas de prevención del mundo.