EL APUNTE
Perseverancia y paciencia
Ha bastado el descenso de contagios y las primeras vacunas para que las reservas vacacionales vuelvan pero quedan meses de medidas y prudencia
La esperanza es necesaria. Pero respirar lo es aún más. El empleo, la economía, los ingresos resultan esenciales para una vida digna y completa. Pero la salud es condición previa, imprescindible, sine qua non. Suena a obviedad, a perogrullo, pero en este año ... de tanta tensión a todos nos conviene recordar cada poco lo esencial, el orden capital de nuestras prioridades. Hasta que no haya una vacunación mayoritaria (por encima del 50% de la población, y corta se antoja) y los contagios estén reducidos durante semanas y semanas a una decena por cada 100.000 personas, no habrá motivos para el alivio permanente, para guardar el miedo y poder reactivar, ya sin altibajos, todas las actividades relacionadas con el consumo, el transporte, los servicios, el comercio, el turismo, la cultura o el ocio tan gravemente dañadas ahora.
El bucle creado por la necesidad de «salvar» la Navidad, «salvar» la Semana Santa, o el verano anterior, o el próximo, o «salvar» sectores y negocios no será más que un espejismo temporal, un fogonazo efímero, hasta que no haya estabilidad. Conviene recordarlo ante el anuncio de que las reservas de vuelos u hoteles han llegado a crecer (hasta un 300% en algunos casos como la clientela británica que quiere veranear en Andalucía) con solo conocerse unos días, por fin, de descenso del número de contagios. En Andalucía, en Cádiz, la vacunación está en su fase inicial, muy inicial. Es alarmante y contraproducente que al menor alivio, al menor atisbo de mejora, grandes sectores de población se apunten a unas prisas que –hay precedentes varios en un año de pandemia– suelen traer recaídas peores. Estamos ante la peor crisis conocida en muchos años a escala sanitaria, social y económica. La salida no será fácil, ni rápida. No conviene dar pasos en falso para que tropecemos. La sociedad está bastante dolida ya para heridas nuevas. Es comprensible la ansiedad, las ganas, pero habría que controlarlas por el bien de todos. Por desgracia, es imposible, irresponsable, casi negligente, eliminar en un alto grado las limitaciones de movilidad y horario en muchas semanas. Tantas como diga el porcentaje de población vacunada, inmunizada. Sería dar alas y margen de crecimiento a una nueva y mortal cuarta ola que, si llega, debe ser lo más pequeña posible. Hacen falta aún meses de limitación de encuentros, de distanciamiento y prudencia. Ahora necesitamos perseverancia, paciencia, serenidad para que la vida como la conocimos vuelva. Pero no para irse a los 21 días.