El apunte
Paredes de hormigón
El alcalde de Cádiz ha pasado de pedir luz y taquígrafos a gobernar con una opacidad que dificulta la necesaria labor de fiscalización de su mandato
José María González Santos ‘Kichi’ se ha destapado como un fiel seguidor de la filosofía marxista. De Groucho, no de Karl. Ya saben, ‘estos son mis principios, y si no le gustan, tengo estos otros’.
Hace seis años aparecía por San Juan de Dios como ... el regenerador de la vida democrática y de la participación popular. De las asambleas de esos primeros ingenuos ya no quedan ni rescoldos. Elección a dedo y yo decido quién va en mi barco. Las reglas del juego democrático... papel mojado, como el que hizo trizas el pasado viernes cuando los representantes de la voluntad popular le instaron a devolver el Carnaval a su fecha. Oídos sordos. Aquí manda él.
Él. El mismo que ya no tiene tan claro eso de la necesaria limitación de mandato, que firmó ante notario sólo mantenerse un máximo de ocho años en el cargo político y que probablemente va a incumplir porque no hay nadie mejor que él.
Ahora toca la transparencia. Sí, se iban a acabar las negociaciones en los reservados de los restaurantes. Luz y taquígrafos, paredes de cristal. Más bien paredes de hormigón. El equipo de Gobierno continúa sin responder a las numerosas preguntas no sólo de la oposición sino también de la ciudadanía, con una web desactualizada que recoge la ejecución del presupuesto de 2014 y no contesta a los interrogantes sobre los puntos más polémicos de su gestión.
La algarada continua en redes sociales contrasta con el silencio en casa propia. Es más fácil seguir la pista del alcalde y sus concejales por Twitter y F acebook que en su agenda oficial. Los presupuestos no son part icipativos, los foros son informativos como quedó patente con la designación de la nueva fecha del Carnaval, y el ninguneo a la oposición es flagrante. Es un gobierno en minoría que impone sus decisiones con mano de hierro.
Esta falta de transparencia no impide observar la figura de un Kichi difícilmente reconocible, no en la apariencia física sino en esos principios que preconizaba y le sentaron en el sillón de Fermín Salvochea. La labor de fiscalización es cada vez más difícil, pero a la par, más necesaria.