La obligación de salvar el flamenco

Los artistas y su entorno profesional viven la peor crisis que han conocido apenas una década después de que la declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad vaticinara un esplendor que no llega

La Voz de Cádiz

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Hace apenas una década que el flamenco fue nombrado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco . El orgullo inundó entonces la patria chica de una expresión cultural milenaria y universal pero que tiene en Andalucía, incluso en el triángulo entre Sevilla-Jerez- ... Bahía de Cádiz, su epicentro mundial. Una pasión capaz de provocar que en Japón haya más escuelas que en todo el territorio andaluz debe tener unas cualidades tales que borran generaciones, límites, idiomas y fronteras geográficas. Todos los que pelearon para lograrlo llegaron a la misma conclusión: sin la unanimidad no se hubiese conseguido. Todos los que lucharon por poner en pie ese monumento cultural expresaron el mismo temor: que esa importante declaración no quedara en un documento, en un trámite, en papel mojado. Ahora, apenas una decena de años después, conocemos que los artistas flamencos están pasando la crisis de actividad, ingresos, movilidad y derechos más grave que hayan sufrido nunca. Ya han superado un año de cancelaciones por todo el planeta, de suspensiones de ciclos y festivales, de recorte brutal de ingresos. Ya sabemos que la pandemia afecta a cientos de sectores profesionales, artísticos y económicos, a todos. Pero es conveniente resaltar que estamos obligados a proteger la expresión cultural más auténtica, propia e internacional que tenemos los andaluces. A los flamencos, a los intérpretes, creadores, artesanos y técnicos que forman esa gran familia, no les queda mucho más que las clases ‘on-line’ y el recogimiento que puede propiciar la concepción de nuevos discos, nuevas composiciones, nuevos espectáculos. Pero con eso no se come. El parón de las programaciones va para largo, hasta finales de verano en el mejor de los casos, y ya son muchos los artistas que están empeñando instrumentos y perdiendo sus casas. Si tantos quieren tanto el flamenco, es el momento de demostrarlo con hechos.

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