Nuevos consumidores
El temor al paro y a la pérdida de ingresos se une a unos hábitos que pueden ser permanentes
Cualquiera que haya salido en estos últimos días a realizar compras, en el estado de Fase 2 en el que encuentra la provincia de Cádiz, habrá percibido que los hábitos de higiene y, digamos, urbanidad que trajo la epidemia han llegado para quedarse. ... Al menos, durante un tiempo. Si no son permanentes, crónicos, van a durar mucho. Las colas han regresado a nuestras vidas con una frecuencia, duración y extensión que nadie recordaba salvo en ocasiones muy esporádicas (la compra de alguna entrada para algún espectáculo que ya se derivaban a internet) o en tiempos tan remotos que hay que tener más de 80 años para poder recordarlos. La distancia social, que algunos ciudadanos aún se empeñan en no respetar, también es otra de las nuevas realidades. Además de la que deben mantener los ciudadanos por su propio bien, los recintos tienen nuevas dimensiones. Ahora hay zonas de entrada distinguidas de las que sirven de salida. Las marcas en el suelo, la señalética, se ha convertido en otro elemento ubicuo. La mascarilla, que un alto número de gaditanos consideraba hasta hace diez semanas un exceso casi neurótico de turistas asiáticos, se ha convertido en un complemento indispensable. Se ha unido a las llaves, la cartera y el teléfono en ese repaso de herramientas imprescindibles antes de salir a la calle. Todos estos ajustes parecen difíciles de entender como provisionales. Nadie se plantea eliminarlos o reducirlos en los próximos meses. Menos aún cuando el otoño y el invierno recrudezcan el temor a una nueva ola de contagios.
Entre todos los cambios que parecen tan novedosos como crónicos están los asociados a la higiene personal. El lavado de manos nunca fue tan frecuente en nuestras vidas y eso que ganamos. Ojalá se mantuviera cuando el temor al coronavirus pase, si pasa, porque está asociado a la reducción de una larga lista de infecciones y enfermedades, de las más comunes a las más terribles. Los geles hidroalcohólicos son su mejor aliado y también se han convertido en un elemento que no se va a ir tan rápido. Hasta algunas bodegas gaditanas han reciclado su producción para fabricarlo en tan alta demanda.
En esta situación, falta saber si la experiencia de compra y consumo, si ir de compras o tomar algo en la calle, pasará a ser un ejercicio distinto y distante, más evitado por los ciudadanos y consumidores que, además, tienen más miedo que nunca al paro y a la pérdida de ingresos. Si la experiencia pasa a ser incómoda o desagradable, la crisis encontrará un aliado más. Es un reto que debemos superar entre todos: normalizar la anomalía.