No es un juego ni una broma
El buen hacer de los más jóvenes desde el inicio de la pandemia se ha ido al traste al coincidir el final de curso y el fin de la prohibición de usar mascarillas en exteriores; y eso puede ser letal para la economía
Desde el inicio de la pandemia, o al menos desde que tuvimos conciencia real de ella, allá por marzo del pasado año 2020, el comportamiento de los más jóvenes ha sido prácticamente ejemplar. En la inmensísima mayoría de los casos, cumplieron a rajatabla con las ... medidas impuestas durante el confinamiento, respetaron las normas e incorporaron el uso de las mascarillas a su rutina diaria. Posteriormente, cuando regresaron a las aulas, volvieron a dar muestras de una gran responsabilidad. Tanta, que la incidencia del coronavirus en los colegios ha sido prácticamente testimonial. Ese buen hacer se ha reconocido desde todos los sectores de la sociedad durante estos últimos meses. Sin embargo, hace apenas dos semanas coincideron en el tiempo dos hechos que han tirado por tierra toda esta certeza de que los jóvenes estaban mostrando madurez y responsabilidad. Por un lado, la decisión del Gobierno de acabar con la obligatoriedad de llevar mascarilla en los espacios abiertos, motivada por razones que nada tienen que ver con lo sanitario, sino para lanzar una cortina de humo tras las duras críticas recibidas por el indulto a los políticos independentistas catalanes que estaban encarcelados. Por otro lado, el fin de curso. Ambos hechos han resultado ser una combinación explosiva que empieza a costarnos muy cara. Los jóvenes, o al menos muchos de ellos –demasiados–, han tirado por tierra todo lo bueno anterior y en apenas 15 días han provocado una quinta ola que puede resultar letal. Afortunadamente, esta vez no en el sentido estricto de la palabra gracias a la vacunación. Pero sí letal para la economía, para el turismo.
Eso, en una provincia como la de Cádiz, en unos meses como los de verano, es un problema de magnitudes incalculables. Si la tasa de contagio continúa aumentando y las autoridades se ven obligadas a endurecer las medidas restrictivas –que pueden ir desde el recorte de horas de ocio a la prohibición de apertura e incluso a nuevos cierres perimetrales– el daño a la economía gaditana puede ser irreparable. Basta con volver a la senda de la prudencia. Con hacer un último esfuerzo. No es ninguna broma, no es un juego. Es el futuro de miles de gaditanos.
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