Negligencia que cuesta mucho dinero

La decisión de retrasar la fecha del Carnaval está teniendo ya una consecuencia lógica en forma de anulaciones de reservas en los hoteles

En política, como en todos los órdenes de la vida, la lógica termina cayendo por su propio peso. Aunque en estos tiempos de división y sectarismo pudiera parecer lo contrario, lo normal es que acabe imponiéndose pese a la tozudez de determinados políticos. En este ... caso, el sentido común hacía prever lo que ya se está confirmando, que hoteles, bares y restaurantes –al margen de otros negocios más minoritarios– de la capital gaditana van a perder una importantísima cantidad de dinero por la decisión de su Ayuntamiento de aplazar la celebración oficial del Carnaval al mes de junio. Febrero es un mes clave en las cuentas de resultados de cientos de negocios de la ciudad, y por supuesto una inyección económica vital para miles de trabajadores del sector servicios que en esas fechas abandonan las listas del paro. Los responsables de los hoteles lo están alertando desde ya: las cancelaciones de reservas están cayendo en cascada. Los clientes, muchos de ellos tradicionales que repiten cada febrero y contratan las habitaciones con un año de antelación, están bombardeando a llamadas para anular.

Desde el Consistorio se argumenta que su decisión se basa en priorizar la salud por encima de todo lo demás. Pero es sencillamente falso. O cuanto menos negligente desde un punto de vista político. La decisión se ha basado en el hecho de doblegarse a los autores de las agrupaciones que actúan en el Falla, que no veían claro el empezar a ensayar desde septiembre, pese a que las condiciones sanitarias lo permitían sin problemas, simplemente tomando las precauciones que se toman en cualquier otro ámbito. Y ni siquiera todos los autores (Antonio Martínez Ares ya se pronunció muy claramente en contra), sino los más afines al propio alcalde y a la concejala de Fiestas, Lola Cazalilla. Lo razonable, lo que dicta la lógica, hubiera sido plantear dos fechas. Febrero como siempre y, si verdaderamente llegada la fecha la pandemia se hubiese reproducido de forma virulenta –a día de hoy no hay ningún indicador que así lo sugiera– entonces sí mover la fiesta a junio. Por increíble que parezca, nadie planteó nunca esa posibilidad y al final, como siempre, quienes pagan las consecuencias son los gaditanos. Y no sólo desde un punto de vista social y de la fiesta en sí, sino económico, que es lo grave. No está Cádiz precisamente para dejar escapar ni un euro ni un visitante.

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