El Apunte
El mundo primero y Cádiz después
El regreso al pleno presencial no frena la deriva hacia los debates lejanos y utópicos que dejan de lado todos los intereses de los vecinos
En tiempos de confusión, de tanto extremismo cotidiano, puede resultar un refugio volver a la esencia para dejar claros algunos conceptos desde la etimología, desde el origen de las palabras. Los plenos municipales tienen como función principal ser foro de representación de los vecinos. Cada ... grupo político representa a un número de votantes, de ciudadanos. Una correlación entre el número de votos y el de concejales decide cuantos ediles tiene cada uno. A partir de ahí, según la teoría, deberían hablar de los intereses, los problemas y las necesidades de esos vecinos. Sin embargo, hace tiempo que, en Cádiz, esa idea cayó en desuso. Ni los plenos telemáticos, que ayer quedaron atrás con el regreso de las sesiones presenciales, consiguieron modificar una deriva que comenzó hace muchos años y que se ha visto agravada con la llegada a la Alcaldía del actual equipo de Gobierno. Da igual, por tanto, que sean o no telemáticos, su lejanía no era un efecto de estos largos meses de imposible acercamiento físico. Tampoco se trata de su habitual duración, incompatible con el seguimiento ciudadano, ni de las dificultades para la intervención de los vecinos, que tratan de ser corregidas cada poco y en vano. El mayor freno al protagonismo de los vecinos en el foro municipal está en su contenido, en la materia de los debates.
Su mayor tara es su lejanía y, por tanto, su intrascendencia. Ayer, la prueba de ese distanciamiento de los ciudadanos fue una proclama por la educación pública o por la regulación del mercado de energía eléctrica. Antes, ese vicio tomó forma de pesar por el pueblo palestino, saharaui o afgano, por el enésimo cambio de nombre de un espacio público. Ni rastro del análisis, la fiscalización, la propuesta en servicios necesarios como transporte, limpieza, vivienda o Policía Local. Esta tendencia da una medida exacta de la fijación por lo inútil, por lo estético y lo frívolo, lo ideológico y lo propagandístico. La mayoría de los puntos a debatir –ya desde los últimos cuatro años de Teófila Martínez en la Alcaldía– están llenos de llamamientos a la paz universal, a competencias de otras administraciones, el orden militar en Oriente Medio o cualquier otra causa imposible, ajena, por lejana. Abundan las inservibles instancias a instituciones de mayor rango, declaraciones vacías o proclamas de lo más estrambótico. Una aspiración constante a un mundo ideal que abandona por completo al real.