El Apunte
El mundo nuevo y líquido
El polaco Zygmunt Bauman, premio Príncipe de Asturias 2010 junto a Alain Touraine, fue quien acuñó el concepto de modernidad líquida, que explicó con frecuencia mediante la parábola del jardinero: Bauman pensaba que habíamos pasado de ser guardabosques a jardineros. La tarea principal de aquel ... es proteger la naturaleza de influencias humanas, defender y preservar el equilibrio del ecosistema natural. Pero aquel mundo premoderno habría dado paso a una modernidad con jardineros: estos consideran que no habría orden en su jardín si no fuera por sus cuidados. El jardinero diseña creativamente el conjunto de plantas y su disposición, materializa el jardín y lo mantiene limpio arrancando las malas hierbas.
El coronavirus ha vuelto a sacar a la luz la idea de un mundo líquido, adaptativo, cuyos contenidos son capaces de ajustarse al continente, y que se caracteriza por atributos como la flexibilidad, la versatilidad y la resiliencia. Enrique Dans, que ha participado en la generación de un informe del Cross Innovation Strategy Group, explica que el coronavirus, que tardará en ser controlado por el hombre –el sida tiene ya 40 años sin una vacuna-, nos obligará a adaptar las distintas actividades a las nuevas realidades, y para ello harán falta los atributos mencionados.
En el caso de la educación, la adaptabilidad a los procedimientos digitales es relativamente sencilla, y de hecho las grandes instituciones académicas no han tenido problemas para trasladar la docencia al terreno virtual. Pero si la presión del coronavirus no cede, habrán de ser muchas más las actividades que deberán someterse a procesos de cambio para seguir siendo viables, en tanto otras diferentes, que no pueden abdicar de su materialidad, habrán de ser gestionadas de forma que no generen riesgos para sus gestores. Todo tendrá que transformarse. Y –se pregunta Dansh– ¿cómo se traslada una filosofía líquida a otras actividades? Y se responde: las cadenas de valor se adaptarán para depender de múltiples fuentes y poder modificarse de manera ágil y dinámica.
La gestión política y global tendrá que hacerse igualmente líquida: compartiendo datos y marcos conceptuales de actuación, con transparencia absoluta, y recurriendo a instituciones supranacionales más fuertes que permitan generar un aprendizaje común, en lugar de muchas cadenas de errores.