Cádiz, morir de éxito

La Tacita es cada día más incómoda, molesta para vecinos y turistas, necesitada de un plan de movilidad acertado para que visitarla o vivirla no sea una odisea

Este verano han crujido las costuras de Cádiz. El vestido se le ha quedado pequeño, más después de los últimos remiendos, y han asomado sus vergüenzas. Se han multiplicado sus pretendientes, que han venido a rondarle todos a la vez y le dejaron las prendas ... hechas jirones.

La Tacita de Plata no está preparada para esto, no puede asumir tal cantidad de visitantes. Y no es por la falta de oferta hostelera o comercial. Es que a sus reducidas dimensiones, a su histórica escasez de centímetros, se le unen decisiones desacertadas que le convierten en una ciudad sumamente incómoda. La falta de aparcamiento es un mal endémico agravado por unos rectores que odian el uso del coche pero no aportan alternativas. El plan de movilidad ha comenzado por el tejado y pronto se ha derrumbado hasta sus cimientos. En necesario dotarlo de un transporte público con más efectivos y de mayor calidad; aprovechar terrenos baldíos en desuso para aumentar el parque móvil; poner en marcha servicios de lanzadera gratuitos que eviten la invasión de vehículos al casco antiguo. El debate no se centra en peatonalizar, que es la tendencia obligada de las localidades turísticas, sino en cómo hacerlo. Hilar fino, no pintar a brochazos (literalmente) la calzada.

La precaria Cádiz, desindustrializada y carente de oportunidad, necesita al turismo. Pero de manera ordenada. Primero porque los que hoy vienen, mañana huirán despavoridos. Nadie disfruta de unas vacaciones dilapidando horas en la cola de un parking o frenado en un semáforo que es imposible rebasar. Emergen numerosos escenarios que ya murieron de éxito por no gestionar todo este caudal humano.

Pero principalmente hay que actuar por los gaditanos, por los vecinos. Los que viven y los que trabajan. Tras soportar molestias, ruidos, atascos, y suciedad, con la sensación de que durante semanas le roban su ciudad, los comerciantes advierten de que esta marea de turistas no está repercutiendo tan positivamente en los negocios. Lamentan que todas estas incomodidades afectan negativamente en el comportamiento del visitante, que viene, ve, almuerza/cena y se marcha, disparado. El paseo, mejor en otro lugar más amigable. La compra, donde cada minuto no esté tarifado.

Más palos a una recuperación que para muchos gaditanos sigue siendo más virtual que real.

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