La milonga del alquiler
El plan municipal acaba en un fracaso de impagos y falta de demanda para demostrar que aquellos eslóganes de campaña no casan con la realidad
La vivienda, como la pobreza y la corrupción, son mantras, estribillos, con los que la izquierda populista llegó al poder (escaso) en algunas administraciones como el Gobierno (previa coalición) o el Ayuntamiento de Cádiz (previa renuncia del PSOE a su responsabilidad). Se trataba, en esos ... campos semánticos, de repetir frases simples, generalistas y falsas del tipo «ni gente sin vivienda ni vivienda sin gente», «los niños pasan hambre en Cádiz» o «demasiado chorizo para tan poco pan». Bobadas que resultan fáciles de recordar pero no soportan el menor análisis, ni el más sencillo, de cualquier ciudadano que compare tales cantinelas con la realidad diaria que le rodea.
En su obsesión por radicalizar absolutamente cada sector de la actividad municipal, el equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Cádiz, encabezado por la concejala de Vivienda –probablemente una de las políticas más sectarias del Ayuntamiento junto a su compañero Martín Vila– impulsó un plan de alquiler que ha provocado muchas más decepciones que resultados. Las pocas familias que se interesaron (ni gente sin vivienda ni vivienda sin gente) han resultado ser tres y otras que pretendían alquilar a los que las requerían, muy pocos a la vista de los números, han tenido que sufrir constantes incumplimientos municipales en el pago de esos alquileres sociales. En resumen, un gran fracaso que vuelve a enfrentar los eslóganes maniqueos de megáfono con la realidad diaria en la que los malos nunca suelen serlo y los buenos no estaban tan desatendidos.
La oposición resumía ayer con acierto la situación «están todo el día dando la murga con lo malos que son los propietarios de viviendas que las dedican a esto o a lo otro, pontifican sobre los que dedican sus pisos a fines turísticos para luego no pagar los alquileres sociales». Cabría añadir que los que necesitan esos pisos son, a la vista de la solicitudes, muy pocos. A ellos nunca se les debe desatender pero queda demostrado que puede hacerse por otras vías más eficaces y sin demonizar a los ‘perversos especuladores’ que han cometido el ‘delito’ de tener un piso en propiedad. «Que se dejen de milongas de alquiler justo y turistificación y paguen los alquileres». Pues exactamente eso.
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