Las líneas rojas de los que juegan en política
Ahora que tanto se habla de los límites en la política, los candidatos de todos los partidos deberían revisar los temas con los que juegan
Es una de las perífrasis que más se oyen en política en los últimos meses. Las ‘líneas rojas’. Cada uno las pone donde quiere o donde cree que las quieren los potenciales electores, por lo que son unas líneas movibles y volubles en función de ... los pactos a los que quiera llegar cada uno o del daño que puedan hacer al adversario. Sin embargo, no estaría de más que los candidatos de todos los partidos, tanto para las elecciones autonómicas como para las municipales y las generales que vendrán, tomen un poco de aire y reflexionen sobre hasta qué punto quieren llegar.
Es bien sabido que cuando se emprende una guerra de conquista, no vale de nada destruir los puentes, las iglesias o las cosechas del enemigo. Al fin y al cabo, eso es lo que se tendrá que gestionar en el futuro. De la misma suerte, los candidatos no pueden tirar por tierra, las infraestructuras y los servicios básicos que se ofrecen sólo por hacer daño al partido rival. Una cosa es la labor de fiscalización y control que se le exige a las formaciones que están en liza política, pero otra muy distinta es el encono y nivel de agresividad que estamos percibiendo cuando aún faltan unos días para que empiece la precampaña.
Es especialmente doloroso cuando los candidatos no dudan, para reafirmar sus tesis de ataque, en implicar a colectivos de profesionales, como sanitarios o profesores, que en nada tienen que ver con este tipo de contiendas. En la mayoría de los casos, quien vierte la crítica olvida que su formación tuvo que gestionar también estos asuntos y que recibió críticas similares.
Hay temas que hay que excluir no del debate, pero sí del fango político, que en cada campaña parece ser más ponzoñoso. De nada vale hacer la frase más grandilocuente o la acusación más altisonante si luego no están respaldadas por un programa que garantice un cumplimiento de las promesas por encima de las discordias. La provincia necesita soluciones y candidatos con ganas de remar en la dirección de la ciudadanía, no nuevos problemas y discusiones bizantinas que solo consiguen crear crispación y desconfianza por las instituciones.