Kichi, el defensor turístico de schrödinger
El alcalde, ahora, apuesta por la dinamización turística y hostelera de la ciudad y culpa a los vecinos por no hacer sacrificios en beneficio de los empresarios
Si nuestro alcalde fuera un gato, seguramente estaría en una caja con algún tipo de veneno que respondiera a alguna fórmula binaria. De tal suerte que, para un observador, estaría vivo y muerto al mismo tiempo. Sin embargo, está en el Ayuntamiento de Cádiz, y ... lo que un observador aleatorio puede comprobar es que está a favor y en contra de la hostelería y el turismo a la vez. Y en contra y a favor del vecino de forma simultánea. Todo el culebrón de la carpa ha convertido al alcalde del cambio en el alcalde de Schrödinger que ahora pide que se piense en el turista y en el ocio.
Los despropósitos de la carpa no dejan de sucederse. El equipo de Gobierno sigue con su particular cruzada en contra de todos, sin asumir ninguna parte de culpa en una crisis tan artificial como evitable. El alcalde siguió ayer la estela de su concejala de Cultura, Lola Cazalilla, y no dudó en arremeter contra los vecinos, a los que acusó de amedrentar a los empresarios con la amenaza de las denuncias. El alcalde anticapitalista, a la hora de posicionarse, se quedó con los empresarios, «que vienen a la ciudad a hacer negocios y no se quieren arriesgar a una denuncia». Sorprende que lo diga el mismo alcalde que lleva arremetiendo contra los apartamentos turísticos prácticamente desde que llegó al Consistorio y que ha denunciado la gentrificación de la ciudad. El mismo alcalde que repetía con insistencia que en las confrontaciones entre quienes venían a hacer caja y los vecinos siempre había que ponerse de parte de los gaditanos, ahora acusa a sus ciudadanos –y, cómo no, a los medios de comunicación– de darles voz para amedrentar a los pobres emprendedores. Vivir para ver. Ahora, ante el fracaso de una carpa que ha querido mantener a viento y marea llama a los residentes de Santa María a que hagan «determinados esfuerzos». Unas palabras muy finas para decir, al final, que se tienen que aguantar.
Es curioso que, en su defensa, argumente que él vive en La Viña. Quizá se le olvidan los encontronazos que su gestión de cómo están las cosas en el barrio le han provocado con sus propios vecinos.