El Apunte
Los jóvenes y la paciencia
Es imprescindible reforzar el mensaje de que aún son necesarias las medidas preventivas individuales por más que la vacuna cree una sensación de alivio
Hemos cumplido una semana desde que el Gobierno, de forma imprudente como casi todo lo que hace, suspendiera el estado de alarma para pasar la responsabilidad de la lucha contra la pandemia a las comunidades autónomas y, al cabo, a los ciudadanos. Con ... la esperanza de la vacunación, que avanza rápido gracias a los sistemas regionales de salud y no por el irregular reparto de dosis, se han terminado las restricciones en la práctica. Las geográficas ya no existen, como el denominado toque de queda. Los horarios ya son más amplios y hasta se habla a diario del momento de dejar guardada la mascarilla, ojalá, para siempre. Pero el virus, el coronavirus, el Sars-Cov 19 sigue entre nosotros. Los contagios bajan, es cierto, pero aún hay muchos casos y preocupación hospitalaria. Sobre todo porque, con los mayores cada vez inmunizados, ya en números casi absolutos, la edad media de los pacientes baja. Los jóvenes, algunos, son los que han entendido este final del estado de alarma como una liberación, como una llamada a recuperar viejos hábitos de diversión que ignoran cualquier distancia de seguridad, cualquier medida preventiva. Puede ser comprensible.
Hace sólo un año no se podía pisar la calle sin la bolsa de la compra y todo contacto con el exterior consistía en internet o en curiosear desde la ventana o el balcón mientras estallaba una primavera que los más vitalistas consideran robada. Demasiadas semanas en las que el horizonte eran las paredes de nuestra casa, un pedazo de cielo, la vivienda de enfrente. En los que viajar era una quimera y cada encuentro, mínimo hasta en lo familiar, un motivo de preocupación. Después de renunciar a compartir alegrías, música, risa, charla y abrazos con seres muy queridos, comprobamos que no hemos aprendido mucho. Violar de golpe todas las medidas que adoptamos, por más que la situación cambie, puede llevarnos a dar un paso atrás. Los jóvenes también se contagian y en algunos casos, por más que sean menores en porcentaje, sufren la enfermedad con gravedad. Aunque una gran mayoría, también de jóvenes, ha asumido y asume la responsabilidad individual imprescindible para protegerse, proteger a los más débiles y evitar el colapso hospitalario, la peligrosa sensación de alivio que provoca la vacunación hace preciso que se les recuerde el mensaje, que se refuerce ahora. Hemos demostrado que somos capaces de resistir con paciencia y lealtad por el bien común. Es necesario que, todos, entendamos que debemos hacerlo aún dos o tres meses más.