Instalados en el abandono

El mal estado de muchos monumentos, el triste abandono del patrimonio cultural e histórico, habla claro de la incapacidad del Gobierno local

La Voz de Cádiz

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Mucho se ha dicho y escrito sobre el progresivo estado de suciedad de la capital gaditana en los últimos ocho años. La falta de higiene, limpieza y recogida se ha impuesto como una realidad palmaria por la inacción de los responsables municipales sin que se ... perciba el menor indicio de alivio a la situación. Pero con ser una de las más tristes y desoladoras en una ciudad que aspira a ser turística y amable, ecologista y comercial, la suciedad no es la única lacra. Otra, quizás no tan visible pero igualmente dañina de cara al prestigio y la imagen de la ciudad, es el abandono de sus monumentos. No ya el entorno de Puertas de Tierra convertido, en lo alto, en solar de jaramagos y, abajo, en asentamiento de personas sin hogar. También hay numerosos monumentos que presentan un estado lamentable. Algunos tan señeros como el de la Constitución de 1812, al que le faltan elementos desde hace meses. La situación se repite en el de Marqués de Comillas, en Canalejas... En demasiados lugares. Demasiados emplazamientos públicos abandonados en una ciudad tan pequeña como Cádiz. No se entiende que el Ayuntamiento deje morir de esa manera su patrimonio histórico, cultural, artístico e incluso inmobiliario. El Ayuntamiento de la capital anuncia cruzadas para poner orden a este desbarajuste pero, como en el resto de áreas, pasan los meses y las palabras nunca se traducen en un solo hecho. Son demasiados los escenarios llamados a ser atractivo turístico que presentan un estado lamentable. Unas simples fotografías, un corto paseo, las quejas de los vecinos y autónomos debieran convertirse en una llamada de atención para que las administraciones públicas, empezando por la local, renuncien a su propio patrimonio, sobre todo, en un municipio como el de Cádiz donde faltan ingresos, sectores económicos que creen riqueza y suelo. El Consistorio debería ser receptivo a los que dan la voz de alarma y han denunciado que el vandalismo y la desidia se ceban con demasiados enclaves. La crisis sanitaria ha podido ser una excusa, un obstáculo, pero no durará siempre. Cuando pasen los peores días, como ya lo hacen, la ciudad no puede mostrarse como está. Nada puede esperarse de una comunidad que no se respeta a sí misma ni a su pasado.

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