La hora de la ciencia
Llegará la hora de pedir cuentas de cada actuación, ahora se trata de apoyar a la sanidad y a la investigación
España tiene uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Según el último ranking de eficiencia en la Sanidad de la Organización Mundial de la Salud, solo 25 países cumplen con la mayoría de sus exigencias, por encima del 90%, en el índice de eficiencia ... del organismo. En este ranking, España ocuparía el séptimo lugar, por detrás de Francia, Italia, San Marino, Andorra, Malta y Singapur.
La plena descentralización de la sanidad en España ha dejado reducidos a una dimensión simbólica los servicios centrales, que solo han recuperado su antigua función a raíz de la emergencia provocada por el coronavirus. Ha habido también históricamente quejas sobre reales o imaginarias desigualdades entre la calidad de la asistencia sanitaria entre distintas comunidades autónomas, quizá por la falta de controles horizontales que aseguren una razonable equidad. En definitiva, puede decirse que el sistema funciona bien ante una crisis sin precedentes, ante una situación de tensión y exigencia que ningún sector había conocido: ni pacientes, ni profesionales, ni ciudadanía en general, ni dirigentes políticos.
Aunque han faltado estructuras centrales de coordinación –que, por ejemplo, debían haber mantenido stocks de material sanitario para prever una emergencia como la actual– y un sistema de cooperación que debía haber permitido cierto grado de especialización en cada autonomía de determinados tratamientos singulares.
Pero tenemos que ser conscientes de que la situación es la siguiente: tres cuartas partes de la Humanidad, unos 2.300 millones de personas, están encerradas esperando a que otra parte del ser humano, concretamente la ciencia, controle la amenaza. Esa es la situación real, de unas proporciones tales que prolongan la sensación de irrealidad, cinematográfica, que todos arrastramos junto a la preocupación, la esperanza y el dolor.
El sistema resiste y hay que ayudarlo –cuando la situación se alivie, sobre todo– pero llegará el momento de pedir cuenta sobre las actuaciones de cada cual. Quizás lo hagamos eligiendo mejor a nuestros gobernantes, dando menos besos formales, renunciando a determinados hábitos de consumo perniciosos que se han revelado, abruptamente, prescindibles. Ahora el reto es sanitario y científico.