El Gobierno pasa la patata caliente

El BOE deja a los ayuntamientos la potestad de abrir los espacios naturales y, sobre todo, el control de su acceso y el respeto por las normas de distanciamiento

En las obras de teatro suele haber dos representaciones. La que ve el público cuando se alza el telón y la que se desarrolla detrás, con cambios en la tramoya, con juegos de luces y actores repasando el texto. En la política sucede lo mismo. ... Una cosa es la que el ciudadano ve a diario y otra distinta la función que hay detrás de los micrófonos, de las retransmisiones e incluso de las redes sociales. Y en esa segunda función la sensación entre el viernes y el sábado era la de que se estaba obligando a los ayuntamientos, por parte del Gobierno Central, a asumir una responsabilidad para la que no estaban aún preparados. Públicamente, ayer los consistorios ofrecían información sobre si iban a abrir las playas o no y razonaban, cada cual con sus distintas versiones, su decisión. Pero entre bambalinas se quejaban de que no habían tenido tiempo para prepararse y que todo se había llevado a cabo con la acostumbrada improvisación del Gobierno de Pedro Sánchez. «Siempre es bueno que haya niños pequeños en casa; en esta ocasión, los más pequeños somos los ayuntamientos, que vamos a tener que sacarnos de la manga un dispositivo de seguridad para este domingo o decirle a nuestros vecinos que no vayan a la playa» decía un responsable municipal de la provincia.

Si inconcebible resulta que en un país haya 17 posturas distintas a la hora de seguir las indicaciones de la cuarentena, así como 17 cuenteos diferentes del número de víctimas, igual lo es que cada ayuntamiento tenga que determinar la política que sigue respecto a los lugares en los que los niños podrán pasear acompañados de un adulto. Pero lo que resulta más sorprendente es que el Estado, que se ha arrogado todos los poderes merced al Estado de Alarma, haga una dejación de funciones y no señale de manera clara cuál es el criterio y dote a los municipios de las herramientas para hacer cumplir al norma. Después no valdrá tirar balones fuera cuando el público empiece a darse cuenta de que esta representación, además de tragedia, tiene demasiado de número improvisado.

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