La falta de respeto como ideario político

La tendencia de los responsables municipales a la descalificación y el frentismo se sostiene sin pausa durante seis años

A estas alturas resulta muy difícil creer en casualidades. Más razonable parece hacer una relación, una secuencia, para llegar a conclusiones respaldadas por los hechos. Por reiteración. Los integrantes del grupo fuerte del Ayuntamiento de Cádiz –el alcalde, unos pocos concejales y asesores, ahora ediles, ... que fueron enviados a controlar a unos líderes bisoños– tienen tanto apego a la trifulca verbal, al intercambio de descalificaciones, al uso de palabras pesadas y tronantes que cabe poco margen a la coincidencia. Se han manejado así durante casi seis años sin apenas pausa. Nunca han buscado el entendimiento, el acercamiento. Siempre se trata de crear el frentismo, el sectarismo, de colgar adjetivos calificativos a todos los que discrepan para crear una clara línea divisoria entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo perverso, lo aceptable y lo intolerable. Las redes sociales, campo abonado para el ruido y la confrontación, hacen el resto. Se trata de liarla, por lo que sea, como sea, cuando sea. Siempre con la falta de respeto a la diferencia, incluso a la duda, como punto de partida. Esa sensación incluso se trasladó a las sesiones plenarias, donde cualquier debate se resuelve con condescendencia y con el cinismo del que sabe que luego aplicará el acuerdo, o no, a su parecer. Más allá de la pelea permanente hay poco pero resulta complicado ver la realidad porque la cortina de la disputa es tupida. Y es agitada constantemente, como las banderas. Referencias constantes al pasado (de la Guerra Civil a la Transición, de Teófila Martínez a Rajoy, del terrorismo nacional al conflicto de Oriente Medio...) que afianzan una actitud infructuosa, inservible para los ciudadanos de Cádiz.

El último ejemplo, entre muchas decenas, confirma que no se trata de una anécdota, de un hecho esporádico ni un error humano, disculpable, pasajero. La disputa verbal del concejal y exasesor José Ramón Paéz, conocido como ‘Cherra’, es la muestra. Su última y larga pelea dialéctica –ya no con miembros de la oposición sino también con ciudadanos que le muestran quejas sobre la gestión que lleva a cabo– deja clara una forma de estar, una actitud sostenida, premeditada. El origen de la discrepancia de esta vez, o de la anterior, o de la otra, es lo de menos. El problema está en el nivel dialéctico, ético, político, incluso personal, que muestran estas posturas. Más allá de las pancartas, los gritos, las manifestaciones y los gestos vacíos resulta que no había más. Sólo más y más reproches ideológicos de instituto. Más bronca. Ni la menor gestión.

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