El apunte
El exceso como falta de respeto a los demás
La fiesta clandestina de Vejer es un ejemplo de casos que se dan sin cesar y muestran que a muchos les importa poco el resto
Las imágenes que se han conocido este fin de semana en Vejer hablan por sí mismas. Nos definen como sociedad. Enferma y no sólo en términos biológicos a resultas de la pandemia que nos asola hace año y medio. Decenas, cientos de personas quedan para ... hacer una fiesta clandestina, en un entorno rural, sin luz, convocada por redes sociales. Huelga decir que sin respetar la más mínima medida de seguridad. Convocar esa cita ya es una violación absoluta de la prudencia que aconseja la situación. Como si la crisis sanitaria hubiera sido superada, una multitud de gaditanos, vejeriegos o veraneantes –que igual da– ha querido disfrutar de una fiesta por encima de todo y de todos, burlándose de cualquier temor, ignorando a las miles de víctimas que aún hoy –sí, aún hoy– están en las habitaciones hospitalarias. Se trata de una falta de respeto a todos ellos más que a las directrices que marcan las autoridades sanitarias. No puede volver a pasar, no puede seguir ocurriendo, todos nos jugamos mucho. Sin embargo, a la vista de los casos conocidos en las últimas semanas parece que una gran parte de la sociedad ha decidido ‘vivir’ aunque eso suponga que otras personas corren riesgo de morir. Ni siquiera cuestionamos si para algunos ‘vivir’ sólo pasa por disfrutar la fiesta, el exceso, el alcohol por encima de cualquier consideración, sea o no prudente, posible. El caso de Vejer, condenado por el alcalde y sobre el que puede, debe, caer el peso de la Ley es paradigmático pero, por desgracia, está lejos de ser asilado. Se multiplican sin cesar en Andalucía o España, en otros países de Europa y del mundo. Un repaso a los informativos o al resto de medios de comunicación ofrece un panorama similar en el que las copas y la música, el baile y la juerga ocupan todo el espacio de la distancia, de la limitación, el aforo y la mascarilla. Lo mismo sucede con algunas celebraciones familiares y tradicionales pese a que está demostrado que son un gran foco de contagios. Parece que las nuevas cifras de contagio, otra vez, son incapaces de impresionarnos lo suficiente como para que respetemos las normas con un mínimo de respeto. De una vez, en vacaciones o no, joven o mayor, el ciudadano debe asumir su responsabilidad como agente activo de la prevención. No hay alternativa.
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