Eviten el pánico, no es una guerra
La crisis es de una complejidad que asusta pero no conlleva la destrucción material y moral de un conflicto bélico
Antón Costas, gallego afincado en Cataluña, es uno de los escasos intelectuales españoles cuyo prestigio personal sobrenada el proceloso océano de las adscripciones partidistas. Catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona, ha presidido el Círculo de Economía, es uno de los analistas más ... agudos de la prensa española y ha asesorado técnicamente a gobiernos liberales y socialdemócratas. Sus textos siempre son atinadas referencias que centran la realidad y la proyectan, que marcan tendencia.
Lo cierto es que la eventualidad de una pandemia, que según ha recordado Felipe Sahagún ya fue tomada en consideración en las dos estrategias de Seguridad Nacional redactadas después de 2013 sin que se adoptase precaución alguna, nos ha desconcertado a todos, empezando por el Gobierno, acabando por la oposición e incluyendo a los distintos sectores de opinión. La crisis económica derivada de la crisis sanitaria, que ha obligado al confinamiento de toda la población, no tiene precedentes y es tan difícil de evaluar como de atacar, de forma que la ciudadanía, perpleja, no sabe a qué carta quedarse: algunos optimistas predicen que el trayecto que recorreremos es una simple y tranquilizadora ‘V’, otros pesimistas pronostican que será más bien una demoledora ‘L’. Por eso es tan necesaria una opinión fundada, de prestigio, que oriente a una sociedad desatentada que, por añadidura, ve cómo la política, en el sentido más peyorativo del término, lo contamina todo.
En este marco, la opinión de Costas es reconfortante: tras describir el panorama, incluida la previsión de una caída del PIB del 9,2% al terminar el año, explica que «las comparaciones con etapas pasadas son inadecuadas. Recordar ahora que caídas trimestrales de esa magnitud solo se habían producido durante la guerra es mezclar churras con merinas. Las cifras son similares, pero las realidades económicas, sociales y políticas son totalmente diferentes. Ahora somos más ricos, tenemos amortiguadores para contener el golpe y capacidades para remontar el vuelo. A diferencia de las bombas en una guerra, el virus no ha destruido riqueza (edificios, fábricas, carreteras, puentes, vías férreas), y esto hace más fácil la recuperación. Lo urgente ahora es evitar el pánico y mantener la calma. El pánico podría empeorar las cosas, provocando una deflación, que es el peor escenario».
Es terrible. Pero no es una guerra.
Ver comentarios