El estadio como nuevo símbolo

Las prisas del Ayuntamiento por cambiar el nombre del Ramón de Carranza muestran su obsesión por los gestos vacíos y sectarios

La Voz de Cádiz

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Cada semana, el Gobierno municipal de Cádiz deja pruebas irrefutables de que tiene una obsesión con su presunta función propagandística y sectaria. La considera una prioridad que, con intención o sin ella, desplaza a todas las demás. Mientras realiza estos aspavientos periódicos –ayer, la retirada ... de las letras del nombre del estadio Ramón de Carranza de la fachada del recinto– no llegan las acciones necesarias en gestiones de áreas esenciales, de las que influyen en la vida diaria de los gaditanos, por las que les pagan: limpieza, transportes, Policía Local, personas sin hogar... El hecho de que sea una circunstancia repetida, ya casi maniática, no le resta gravedad. La costumbre ha marcado los dos mandatos del alcalde, desde el verano de 2015. El listado es largo y conocido: que si el buque-escuela chileno, las banderas en el balcón del Ayuntamiento, la retirada del busto de Mercedes Formica, el cambio de nombre de la avenida Ramón de Carranza por el de 4 de diciembre de 1977, la persecución a todo rastro de José María Pemán... A esa tendencia, crónica, se une la velocidad, la precipitación. Como en el cambio de nombre de la avenida Juan Carlos I sin tener en ese caso ni la excusa de la Ley de Memoria Democrática. Estos cambios, acelerados, iracundos, contrastan con el retraso en poner nombres de vías públicas a Miguel Ángel Blanco o Alfredo Díaz, el farmacéutico de Guillén Moreno. A pesar de que está acordado en Pleno. El estadio municipal de fútbol Ramón de Carranza forma parte de esta lista de ajustes de cuentas a toda prisa y a toda prosa. Desde ayer, a 24 horas del inicio de la competición liguera y del primer partido del Cádiz en su estadio, la denominación que todos conocen (Ramón de Carranza) no aparece en la fachada. Se cumple así el empeño del concejal de Memoria Democrática del Ayuntamiento de Cádiz, Martín Vila, por más que no pueda evitar que la afición lo siga denominando como considere oportuno. Hay prisa por poner sobre el estadio el nombre de Nuevo Mirandilla, como si alguien hubiera mostrado el más mínimo interés en esta modificación. La prueba del desinterés es que el nuevo nombre es fruto de un proceso participativo lleno de interrupciones, rectificaciones y denuncias, en el que finalmente participaron poco más de mil personas.

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