La esperanza turística es cada vez más lejana

El sector hotelero da por perdida la primera mitad de año y enfría sus expectativas para la segunda, con el turismo nacional de verano como única posibilidad real

Hace ya muchas semanas, quizás muchos meses, que la mayoría de los ciudadanos entendimos que esto iba para largo. La terrible crisis sanitaria y económica, también social, no será cuestión de esperar al final de un año, ni al término de un invierno, ni a ... que pase una primavera. Los datos y la sensatez dicen que las limitaciones de movilidad, desplazamiento, consumo y horario, bien impuestas por las administraciones, bien autoimpuestas por los ciudadanos, van para largo. Para buena parte de este año, para todo el año, quizás para parte de 2022. Es probable que algunas se queden ya como hábitos. La recuperación no se producirá en cuestión de un trimestre ni será fulminante, no vamos a reabrir nada, no va a reabrir todo (negocios, convivencia social, expectativas, empresas, servicios, proyectos...) de un día para otro. Sabemos que no será así. Como termómetro de esta situación, de esta certeza, sirve la situación que vive el sector servicios, esencial en la provincia de Cádiz. Más concretamente, los empresarios hoteleros. El cierre al que se han visto abocados tiene una cara desconocida. Además de eliminar la posibilidad de ingresos, supone un alto coste mantener los establecimientos cerrados pero con un mínimo de conservación para poder reabrir a medio plazo. Como media, un hotel cerrado con cien habitaciones, por ejemplo, conlleva unos gastos mensuales de entre 30.000 y 40.000 euros en el pago de facturas diversas. Sin funcionar. Sin ingresar. El sector ha confiado ahora todas sus expectativas en la próxima temporada de verano pero ya es previsible que no será, ni mucho menos, normal. El desplazamiento internacional no será, ni de lejos, el anterior al invierno de 2020. Quizás, ni exista. Sólo cabe la esperanza, y aún por confirmar, de que los visitantes nacionales puedan desplazarse con cierta normalidad. El Carnaval se ha perdido, como la Semana Santa. Los puentes festivos se han derrumbado. La temporada media (de abril a junio) es una entelequia. Queda confiar en recuperar parte del naufragio en la campaña más alta (de junio a septiembre). Pero será siempre una parte, pequeña. Grandes emplazamientos como Chiclana o Conil ya lo dan por descontado. El resto de sectores, el resto de ciudadanos, haríamos bien en aprender de su experiencia y su situación. Va para largo.

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