EL APUNTE

El espejo de una ciudad abandonada

La Punta de San Felipe es un ejemplo más de la decadencia que vive Cádiz y, sobre todo, de la impotencia de la hotelería ante la pandemia

La Punta de San Felipe podría ser uno de los rincones mimados de la ciudad de Cádiz. Desde su paseo marítimo se tiene una preciosa panorámica de la Alameda coronada con el baluarte de la Candelaria y la espadaña del Carmen. Su ubicación, mitad en ... el puerto mitad en el corazón de la ciudad, le confiere un encanto especial. Sin embargo, todos estos factores no han contribuido a que este espacio se encuentre prácticamente excluido de la ciudad, que pasearlo recuerde las imágenes de barrios periféricos a los que nadie parece querer acercarse. El instituto Cornelio Balbo parece la frontera que marca dónde termina la Tacita de Plata y dónde empieza un lugar castigado por la falta de mantenimiento y por las consecuencias de la pandemia.

Y es que la apuesta decidida de los locales de la Punta por el ocio nocturno ha provocado que sufran más que ningún otro sector de la hostelería las limitaciones impuestas para controlar el coronavirus . Así, el único respiro que han podido tomar llegó durante el verano y, aún así, las limitaciones eran tantas que no se puede considerar, siquiera que hicieran negocio. Los empresarios de esta zona han reclamado ayudas, al menos, en el pago de los locales, que deben satisfacer pese a que llevan meses semanas. La Autoridad Portuaria les ha rebajado un 20% las mensualidades, pero es cierto que cuando los ingresos se quedan en 0, pagar el resto sigue siendo una odisea.

Pero antes de la crisis, el lugar ya adolecía de un abandono injustificado, con desperfectos en la balaustrada próxima a las murallas de San Carlos, con pintadas por buena parte del paseo superior y con acúmulos de basura y suciedad en muchos. Constituye una prueba, a pequeña escala, de la decadencia en la que se ha sumido Cádiz en los últimos años, sin proyectos ilusionantes de recuperación, sin un plan coherente sobre el futuro que quiere encontrar y con un dejar a su tejido empresarial, con o sin fotos en las redes sociales, abandonado a su suerte.

Lo que debería ser uno de los lugares de diversión por excelencia de Cádiz ha quedado como un lugar deprimente . Si alguna vez se pensó que sería un lugar donde observar a una juventud gaditana con ansias de futuro, ahora es difícil no hallar en él cosa en que poner los ojos que no sea recuerdo de abandono.

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