La encrucijada de la hostelería
La sensación de agravio en el sector crece, anuncia medidas legales y las ayudas económicas directas se antojan la única salida real
Los hosteleros gaditanos están hartos. Como todos pero más. Se consideran agraviados por una situación trágica en muchos aspectos pero que a ellos, como a muchos, les deja sin sustento. Tan es así, que anuncian medidas legales como las que –con distintas características– se han ... saldado con una resolución favorable en el País Vasco. Además de pedir indemnizaciones, reclaman la posible reapertura de sus negocios con mayor horario. Creen que otros sectores están siendo menos castigados por las medidas restrictivas y argumentan –aunque eso está por definir como casi todo respecto a esta enfermedad– que el nivel de contagio en sus locales es mucho menor que en otros recintos públicos y, sobre todo, en domicilios privados. Distintos portavoces de la patronal afirman que no hay argumento científico que recomiende tal recorte de actividad. Aunque faltan meses hasta tener datos exactos –si se llegan a conocer en esta cascada de números y porcentajes tan difíciles de descifrar– parece claro que el mayor foco de contagio está en los contactos familiares, no en el consumo en locales que se han esmerado en la prevención, por cuidado de los clientes tanto como de los trabajadores.
Es innegable que parece una situación de más riesgo un encuentro, con relajación, sin distancia ni mascarilla, en cualquier casa. De hecho, los contagios entre familiares son los más frecuentes en esta terrible tercera ola, aún vigente. Los casos de grupos de parientes que sufren la enfermedad con horas de diferencia son desgraciadamente los más habituales, según los sanitarios. La sensación de agravio de los hosteleros, por tanto, tiene cierta base. Por no hablar de las reuniones de jóvenes, y no tan jóvenes, en aceras, playas o parques. No hace falta remontarse a las aglomeraciones del pasado otoño en la Sierra, de la pasada Navidad en centros comerciales. Por supuesto, estas prácticas no son exclusivas de andaluces, ni siquiera se ven únicamente en España. Con todo, la limitación de horarios que arruina al sector tiene la justificación lógica y técnica de limitar las opciones de encuentro, de cualquier encuentro, en bares y restaurantes como en cualquier lugar hasta donde sea posible. No se pueden mandar policías a cada casa. Quizás la solución sea el modelo francés donde, con todo local público cerrado, de forma total, las ayudas económicas directas (dinero en mano, por tramos de ingresos anteriores) están siendo la tabla de salvación de los negocios mientras llega el momento, aún lejano, de la libertad de movimiento y horario.