Un ejemplo de responsabilidad
Las necesarias y justas movilizaciones por el 8M resultaron respetuosas con la situación y marcan el camino para otras muchas manifestaciones en estos días
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Las circunstancias impedían que el 8M fuera la gran jornada de reivindicación y recuerdo, de reclamación y lucha, que siempre debiera ser. Es el momento para reconocer que aún quedan muchos logros que sumar a los que se han obtenido en los últimos ... años en materia de igualdad entre géneros, de reconocimiento de la gigantesca figura de la mujer. Es, también, el momento de volver a gritar que los derechos son frágiles, que la democracia debe ser cuidada cada día. Bastan unos sectarios, unos machistas, para hacer retroceder en pocos meses avances que costaron décadas. Es fundamental repetir que ni los hombres ni las mujeres están dispuestos a dar ni un paso atrás en los logros conseguidos. Es evidente que la lucha no ha terminado y quedan mucho aún por conseguir pero es igualmente indiscutible que este año, ayer, no podía reclamarse como en otras muchas ocasiones. La vida humana, la salud, está por encima de cualquier concepto y en el contexto actual de pandemia resultan imposibles las concentraciones.
Las manifestaciones , de cualquier naturaleza, son ahora un riesgo demasiado alto. Tocaba reinventarse, a través de citas digitales, o encuentros con distancia y gestos que hicieran visible la causa sin comprometer a nadie. Cabe decir con orgullo que las mujeres gaditanas, y muchos hombres, supieron entenderlo y asumirlo, supieron mostrar toda la grandeza de su mensaje sin violar ninguna norma preventiva. Fueron admirables las concentraciones por respeto a todos, por el cuidado, la omnipresencia de la mascarilla y la actitud generalizada. Mucho tendrían que aprender muchos ciudadanos y ciudadanas, en otros muchos ámbitos, a la hora de realizar cualquier acto en estos tiempos. Así se resolvía una jornada necesaria pero más difícil que nunca. Otra cuestión es propiciar el debate entre las distintas, y respetables, formas de vivir el feminismo, de aplicarlo, cuando una determinada izquierda oficial y radical intenta expulsar al resto de opiniones, al resto de mujeres. Hay un feminismo con aspiraciones de régimen y autoritarismo que se autoproclama el único válido y que se infiltra en las instituciones. Pero jornadas como la de ayer gritan que hay muchos, todos válidos, todos en favor de eliminar al único enemigo real: la discriminación de media humanidad por la única razón de su género, de su sexo.