EL APUNTE
El ejemplo linense para Kichi
Frente al discurso de trazo grueso, el alcalde Juan Franco ha pedido a Subdelegación que proteja a su ciudad
Dejarse llevar por la demagogia es uno de los vicios de la política actual. De esta enfermedad, altamente contagiosa y contra la que no se impulsa ninguna campaña masiva de vacunación, nuestro alcalde, José María González, es uno de sus más conspicuos pacientes. Kichi, en ... las arengas a las que nos tiene tristemente acostumbrados, volvió a posicionarse ayer en las protestas del Metal del lado de los más radicales y sólo hizo alusión a la fuerza que tuvieron que ejercer los miembros de las fuerzas del orden para evitar que los manifestantes cortaran el puente. En un giro que nadie vio venir, pidió la dimisión del subdelegado del Gobierno, José Pacheco, porque la policía hizo que se respetaran los límites acordados de la manifestación. Obviamente, eludió mencionar el lanzamiento de piedras de los manifestantes, la colocación de barricadas de los radicales, la imposición de un caos que lleva ocho jornadas afectando al desarrollo normal de la vida de la ciudad.
Frente a la demagogia de Kichi, Juan Franco dio muestras ayer de por qué es uno de los alcaldes más valorados de la provincia. Franco solicitó a la Subdelegación del Gobierno que se pusieran los medios necesarios para evitar que la ciudad quedara bloqueada. Por si todavía alguien piensa que exigir que se respete la ley es una medida antilaboral, el alcalde recordó que no está en contra de la huelga ni de las reivindicaciones obreras, pero recordó que una localidad con una economía tan debilitada como la linense no puede quedar al albur del chantaje de unos radicales.
Kichi debería aprender de la actitud demostrada por Franco, que ha intentado ser ecuánime en el desarrollo del conflicto del metal y ha comprendido cuál es su papel como representante de todos los ciudadanos de su ciudad. Y, por tanto, también de los miles de empleados a los que no se les deja trabajar por las protestas. El alcalde de Cádiz trata de contentar a su parroquia con sus soflamas en las redes sociales y con su indignación impostada, en la que se pone el foco en la actitud policial pero se ignora, a sabiendas, todo lo que ha ocurrido segundos antes de la carga. El que debiera ser primer edil, una vez más, se convierte en el primer incendiario.
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