El duelo en la sombra
Entre lo sanitario y lo económico, sumida aún en la oscuridad por silente, hiberna una desoladora crisis social, una deuda perpetua con aquellos que se marcharon en soledad
La tormenta del presente no permite aún atisbar ni tan siquiera un ápice la resaca del futuro. La pandemia sigue asolando el país por mucho que los datos de muertos remitan. Celebrar que este domingo, por primera vez en meses, se haya bajado ... de los cien fallecidos, sí que es ‘sintomático’ del grado de miseria en el que nos movemos en las últimas semanas. A ello se le unen las disputas políticas, que incrementan el nivel quebrada ya la tregua, si ésta alguna vez existió.
La crisis económica ya no sólo se adivina sino que se comienza a sentir en la calle, cuando de los acrónimos (ERTEs, SEPE... ) pasamos a la realidad de las colas del hambre , de la extrema necesidad de algunos a los que les cuesta llevarse algo a la boca. Toca ajustar esa balanza para encontrar el equilibrio entre el freno a la pandemia y la recuperación de sectores claves para la supervivencia del país en general y la provincia en particular. En ambos casos está en juego la salud.
Y entre lo sanitario y lo económico , sumida aún en la oscuridad por silente, hiberna una desoladora crisis social, una deuda perpetua con aquellos que se marcharon en soledad. Padres, madres, abuelos, hermanos, hijos, amigos, se han marchado en estos días sin poder ser velados, despedidos como manda nuestra tradición, arraigada en la personalidad. Esta semana abrían los cementerios y numerosos ciudadanos se acercaban a solventar deudas que serán difíciles de reparar en su plenitud. Sus demandas o sus deseos se han quedado muchas veces atascados en la garganta, sin poder brotar de ella pues parece que ya la muerte no importa cuando está en juego la vida.
Pero para mirar hacia adelante hay que tener bien cerrado lo que queda atrás . Este domingo se cumplía un año de la muerte de Juan Carlos Aragón (puro ejemplo de lo efímero de la vida, su fragilidad y la rapidez con la que se escapa entre los dedos). Su grupo lo recordaba en las puertas del Falla, en silencio, leyendo unos versos y enjuagando sus lágrimas. No salieron a hacer deporte, a pasear al perro, a tomar una cerveza o un café, ni con niños ni abuelos ni con la tabla de surf o el barquito de vela. Más de diez: 16 rosas negras y la presencia eterna del Capitán. Subvirtiendo los conceptos de vida y muerte, transgrediendo la norma. Como tantos otros duelos en la sombra que se deberán resolver, mañana, pasado, y que nos acompañarán más allá de la pandemia como cicatriz de estos tiempos duros que tocaron vivir.
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