¿Dónde están los regresados de Kichi?
La capital no ha detenido su sangría demográfica pese a la promesa del alcalde de que, con su llegada a la Alcaldía, volverían todos los emigrantes
El tiempo es ese juez inapelable, e insobornable, que pone a cada uno en su sitio. Y es que se puede engañar a unos pocos durante mucho tiempo o a muchos durante poco, pero es francamente difícil poder escamotearle la realidad a todos durante todo ... el tiempo. El alcalde de la capital, José María González, ‘Kichi’, está sufriendo en sus propias carnes cómo el calendario va levantando las cartas de su mesa y mostrando que lo que tenía sobre el tapete de la campaña electoral de 2015 no eran más que faroles.
Ese monstruo llamado tiempo (al que puede que el alcalde termine llamando «fascista» si sigue quitándole la razón) nos mostró que las paredes de cristal que prometía el antiguo comparsista eran de un opaco impenetrable y que sus promesas de dar estabilidad a los trabajadores municipales se refería, únicamente, a los que habían conseguido una delegación. Otra de las patrañas de González, aunque esa consiguió engañar a muy pocos, fue la de que con su llegada a San Juan de Dios, los gaditanos que habían salido de la Tacita a buscarse un futuro mejor volverían. No sólo no ha sido así, sino que hasta el ritmo en el que han ido marchándose de la ciudad se ha incrementado. En la última década, como publica hoy LAVOZ, más de 10.000 han cruzado el puente (o el istmo) pero en la dirección opuesta a la que pronosticaba el alcaldable de Podemos.
¿Es José María González el culpable de que 1.200 gaditanos hagan cada año las maletas? Probablemente no, como no lo era antes Teófila Martínez, pese a que la ciudad, bajo su mandato, gozaba de un dinamismo que no tiene ahora. Sin embargo, el que el candidato González asegurara, como un mesías anticapitalista, que con él quedarían arreglados de un plumazo los problemas de falta de empleo, carestía de la vivienda o carencia de oportunidades de capital pone a las claras que no es que tuviera mala mano o que fuera un fullero, es que ni siquiera tenía idea de qué iba el juego. Lo más triste es que, con una ciudad paralizada (en parte a consecuencia de la crisis del coronavirus, en parte por la propia inoperancia del equipo de Gobierno), no se prevé un cambio de tendencia en los próximos años. Cádiz, de ser una de las ciudades más populosas de España, competirá, con suerte, por estar entre las cinco primeras de su provincia.