El Apunte

El doctor Jekyll del sillón y la pancarta

El alcalde de Cádiz ha desarrollado una extraña habilidad para ser, a la vez, la primera autoridad y el primer indignado de la ciudad

Kichi y Teresa Rodríguez en la manifestación del viernes. Antonio Vázquez

Un espacio común en la literatura universal, y a la hora de hacer referencia a las conductas erráticas , es el del cuento de Stevenson del ‘Doctor Jekyll y Mr Hyde’. La novelita expresó como pocas la contradicción de un hombre con dos personalidades antagónicas, la ... de los dos rostros en una misma persona que despistaban a conocidos y angustiaban a la parte más responsable del protagonista. La novela parece haber quedado completamente superada con la actitud que, en los últimos tiempos, ha adoptado el alcalde de la capital. Por un lado está el ilustrísimo González Santos, el alcalde de una localidad con multitud de problemas con sus trabajadores. El primer edil tiene que enfrentarse a una Policía Local en pie de guerra ante la falta de diálogo de sus responsables de la Delegación de Personal, a unos trabajadores del alcantarillado que han tenido que protestar desde dentro del Consistorio por la mejora de sus condiciones, a unos empleados de Asuntos Sociales que vislumbran los fantasmas del paro. El doctor González, ante estos problemas, opta por la actitud del avestruz. Se esconde en su despacho, en sus asesores o en sus concejales para que den la cara mientras espera que los problemas se solucionen solos. Y si no lo hacen, siempre puede culpar a la oposición de deslealtad o a los trabajadores por pretender mejorar su situación.

Y enfrente está Mr. Kichi, el sindicalista que no duda en ponerse detrás de la pancarta para cantarle las cuarenta al resto de administraciones, a la empresa privada, al capital o a quien se ponga por delante para defender los derechos laborales que él mismo ignora cuando actúa bajo la careta del ilustrísimo González. De la furia de los hombres de la pancarta, líbranos señor. Mientras que el señor alcalde acumula en su propia casa conflictos sin resolver y manda balones fuera con la habilidad del mejor guardameta, el sindicalista se permite hacer huelga por un conflicto que no le atañe, descuidando su compromiso con sus jefes que son, en definitiva, sus ciudadanos. Un caso que podría dar para una entretenida novela si no fuera porque, lejos de ser gracioso, constituye una muestra de la falta de coherencia, responsabilidad e, incluso, lealtad institucional de quien debería representar a todos los gaditanos.

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