Al despertar, la droga seguía ahí
Operaciones como la de ayer muestran el arraigo del fenómeno en la sociedad
Fue una nueva operación pero la recibimos como una escena ya conocida, por desgracia. En uno de los, muchos, escenarios provinciales del narcotráfico (en este caso Sanlúcar como pudo ser La Línea, Barbate o la Bahía de Cádiz), una operación de la Guardia Civil desmantela ... un entramado que movía asombrosas cantidades de dinero derivadas de la distribución de marihuana, la última sustancia ilegal de moda, como antes lo fueron, o lo volverán a ser, el hachís y la cocaína. Cae uno de los presuntos negociantes que más operaciones de blanqueo realizaba en la provincia, parapetado en club de fútbol y con presuntos gustos megalómanos, fruto del capital que era capaz de gestionar. Por más que su situación geográfica y social conviertan esta lacra en una especie de inamovible maldición bíblica, resulta asombroso ver cómo pasan los años, las décadas, y ese negocio ilícito conserva tanta fuerza, tantos recursos financieros, tantos integrantes. Porque haya más o menos incautaciones; asuste más o menos la situación de la desembocadura del Guadalquivir o del Campo de Gibraltar; haya o no agresiones a los agentes de la Guardia Civil o la Policía, la droga sigue ahí cada día. Orgullosa y retadora, con la coartada de la falta de empleo y oportunidades, como un camino fácil que parece una autopista por la que tantos eligen transitar.
Es un viejo enemigo que cuando se creía alejado reaparece: la heroína hace mucho, las mezclas y refórmulas entre medias, la hierba ahora... Todo con toda su fuerza, vuelve una y otra vez a la sociedad gaditana si es que alguna vez se fueron. Lo hace de la manera miserable y cobarde que ya se conocía. Siempre se ceba con los jóvenes y con quienes están en riesgo de exclusión social, al borde de la necesidad, bajo al dirección de presuntos salvadores disfrazados de grandes líderes, émulos de Pablo Escobar o de capos gallegos la literatura, el cine y la tele han cubierto de una mentirosa pátina de heroísmo social. En días como el de ayer, atendemos al impacto delictivo, económico, del fenómeno. Pero es la otra cara de una moneda siniestra. Todos somos responsables por el aumento en la tolerancia en cuanto al consumo de drogas. En una provincia como Cádiz, tan acostumbrada al trapicheo, se ha llegado a justificar el tráfico de hachís, o ahora de marihuana, como una manera, si no legítima, sí inocua de ganarse la vida. De nuevo, el mismo error, la misma derrota: una cierta permisividad que perpetúa toda la desgracia.