Defectos de refracción
El que determinados grupúsculos de violentos aprovechen el que se produzca cualquier reclamación justa para destrozar todo lo que se le ponga por delante no deja de ser preocupante
La justificada indignación por el asesinato de George Floyd y por el racismo y la discriminación, aún hoy desgraciadamente presentes en muchos sectores de nuestra moderna sociedad, ha sido aprovechada por determinados energúmenos violentos para atacar, como talibanes, las huellas hispanas en América, dedicándose a ... destrozar las estatuas de Fray Junípero Serra y de Miguel de Cervantes en una muestra de revisionismo que el Ministro de Cultura español ha calificado de «pueril, simplificador y dogmático». Le ha faltado añadir los adjetivos de «indocumentado y analfabeto». Posiblemente ninguno de los atacantes haya leído aquello de «porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y Naturaleza hizo libres» que decía don Miguel, esclavo él mismo en Argel, en boca de Don Quijote. Sobre los ataques a las estatuas de Colón el Ministro no ha dicho nada, quizá porque ese mismo revisionismo «pueril, simplificador y dogmático», además de indocumentado y analfabeto, también se está extendiendo en determinados sectores institucionales de nuestro propio país.
El que determinados grupúsculos de violentos aprovechen el que se produzca cualquier reclamación justa para destrozar todo lo que se le ponga por delante no deja de ser preocupante; pero más lo es el que esa muestra de incultura y analfabetismo se extienda a los que pretenden ser los líderes del siglo XXI. Hace apenas un año, el Presidente de Méjico, López Obrador, el mismo que animaba a combatir el coronavirus con besos, abrazos y amuletos de tréboles, exigía a España que pidiese perdón antes de empezar a pensar en reconciliarnos, mientras que la Legislatura californiana retiraba la estatua de Colón de su Capitolio por su improcedente presencia. Puestos a ser coherentes, los legisladores californianos deberían, a continuación, cambiar el nombre a su Estado, ya que, por las mismas razones, recuerda a la ignominiosa huella del descubrimiento y la conquista española.
Por otro lado, la cosa tiene también su toque discriminatorio hacia lo hispano, ya que ese mismo legislativo no ha pedido que se quite a Jefferson y Washington del monte Rushmore, con lo que a la miopía histórica se une el astigmatismo distorsionante. Realmente eso de mirar con los ojos del siglo XXI lo que pasó en el XV, el XVI o en el XVII, muestra un nuevo y grave defecto de refracción oftalmológica por lo que tiene de impacto neuronal. Y, además, resulta un cuadro altamente contagioso que, como el SARS-CoV-2, no entiende de fronteras geográficas como demuestran los casos detectados en España. Curiosamente, en ese intento de borrado de la historia si que parece haber, por el momento, una frontera temporal. Pero cualquiera sabe; igual, dentro de poco alguno abogará por destruir, piedra a piedra, el Teatro Romano o eliminar la vía Augusta de los GPS. De hecho, ya se está espantando a los comercios de la calle Columela. Y es que los romanos eran unos auténticos bárbaros esclavistas. Todo sea por una nueva humanidad, total y absolutamente inocente, sin historia ni pasado ya sea bueno, malo o regular. Pero a ver quien nos quita nuestro genoma Cromagnon con sus secuencias neardenthales que, visto lo visto, tanto aquí como en América, se expresan últimamente con su mayor virulencia.
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