Las cuentas tramposas de Kichi
El triunfalismo que ofrece el alcalde con los números contrasta con una realidad llena de matices que muestra más sombras que luces
Los que sigan de manera habitual las noticias locales de Cádiz estarán prevenidos de los excesos triunfales de su alcalde, José María González. El otrora líder gaditano de Podemos gusta de presentarse en sus comparecencias como una suerte de salvador de la ciudad, a la ... que ha rescatado de la ruina y que ha situado en una posición envidiable para recibir ríos de ayudas económicas. Sin embargo, como hemos advertido, los habituales de la prensa local saben que esas declaraciones siempre esconden una cara B, un envés en el que la realidad se encarga de matizar, cuando no de contradecir, los felices mensajes del regidor.
Ayer asistimos a un nuevo ejemplo de esta práctica en la rueda de prensa que ofreció el alcalde, en la que sacó pecho por haber reducido la deuda del Ayuntamiento de 196 a 135 millones de euros o, lo que es lo mismo, de un 126% a un 84%. Lo que no contó es que esta reducción del endeudamiento se ha producido en la práctica totalidad del estado y ha sido consecuencia de las normas de contención del gasto impuestas desde la administración central. Además, la reducción no es suficiente para ser considerado un ayuntamiento solvente, ya que la barrera está puesta en el 75%. También calló que esta reducción del gasto se ha producido a expensas de tener una ciudad paralizada y envejecida, con una falta de servicios apabullante y una carencia de proyectos nunca vista. Una ciudad en la que no se invierte pero donde se vive pendiente de las subvenciones y planes que llegan de fuera para notar cualquier mínimo avance ante un ayuntamiento cicatero en el gasto e inmisericorde en la recaudación. Para muestra, las trampas en la subida del precio de la luz que ha denunciado Facua (una organización poco sospechosa de ir contra los intereses del ciudadano de a pie) y ante la que no se ha buscado alternativa por parte del mismo equipo de Gobierno que no duda en sacar todo el arsenal demagógico cuando la subida viene por parte de otras administraciones o de la empresa privada.
El lector habitual no se sorprende de estas circunstancias, avisado de que en las cuentas de Kichi no han faltado ni los euros por un hotel que ni ha conseguido comprador ni ha generado el más mínimo interés palpable. Así, mientras en las ruedas de prensa la ciudad parece ser una nueva Arcadia, en la realidad recuerda más a un pueblo abandonado.
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