Coronavirus joven
Que la población de menor edad respete con más dificultad las medidas de precaución tiene una explicación biológica y otra sociológica
Durante los meses de julio y agosto ha cobrado fuerza la idea de que la población joven (entendida como la que va entre la adolescencia y la treintena, por fijar unos límites someros) respeta con más dificultad las limitaciones y prohibiciones, las medidas y recomendaciones, ... ligadas a la epidemia que sufre medio mundo desde el pasado mes de marzo. Esta percepción tiene respaldo numérico. Los recuentos oficiales dicen que la edad media de los contagiados ha bajado de forma notable, exagerada, entre la primera oleada de marzo-abril y la de ahora. Esa circunstancia puede estar detrás del descenso de la mortalidad en esta segunda serie, en la estival. Cuanto menos edad tiene el contagiado, más bajo es el porcentaje de casos gravísimos, aunque los haya. Es decir, hay una explicación biológica. Tienen menos miedo porque tienen menos que temer. Aunque tengan motivos para temer y, sobre todo, para temer a contagiar a sus seres queridos, mayores.
Esta realidad llega acompañada de un antiquísimo prejuicio social. Desde Roma y Grecia, sin pausa, existen testimonios de queja sobre los jóvenes: no temen, no escuchan, no respetan. Todos los que fueron jóvenes actuaron de forma parecida. Cuando se tienen menos de 30 años, la inmortalidad parece probable. No se teme a los accidentes de tráfico, al alcohol, a la enfermedad, ni a un virus. Es histórico y sociológico. Que en este trance colectivo se mantengan algo más insensibles tiene una base natural pero también tiene algo de fracaso didáctico y divulgativo de los mayores.