La Constitución de Cádiz y la de todos

La conmemoración de la Carta Magna de 1978 debe hacernos recordar que ha reportado el mayor periodo de prosperidad y convivencia que hemos conocido

Los gaditanos son ciudadanos orgullosos de su historia. Entre los muchos hitos que alberga está el de ser la capital constitucional española, el lugar en el que nació la primera Carta Magna de España, hace casi 210 años. Esa memoria, esa condición imborrable agrupa a ... todos los que tienen algún vínculo con esta ciudad, con esta provincia. Pero hay otra Constitución, la vigente, la de 1978, que aún les conecta más, que aún les hace más partícipes de una comunidad mayor, España, que bajo el amparo de este texto ha conocido la mayor etapa de prosperidad y paz que haya tenido en siglos. La Subdelegación del Gobierno tiene el acierto, año tras año, de mantener y reforzar el programa de homenaje a la actual ley de leyes, esa que siempre estará indisolublemente ligada al mayor periodo de crecimiento y concordia que haya conocido España por más zozobras que podamos vivir en los últimos años, por más trabas que pretendan poner algunos desde su radicalismo, minoritario, desde un nacionalismo frentista condenado al fracaso. Los premios y reconocimientos que se entregan a un grupo de ciudadanos ejemplares convierten esta conmemoración en una celebración actual y viva, para hacer sentir el pasado y la historia como semilla del presente. El riesgo de que la memoria de la ciudad, que reaparece con tanta fuerza cada 19 de marzo en Cádiz, hablando de otra Constitución, de aquella Constitución, no puede hacernos olvidar las bondades de la actual, de la que vivimos, la que nos demuestra que es mucho más lo que nos une, a todos, que lo que nos separa.

El recuerdo de La Pepa puede y debe ser una fiesta de la primavera, un referente académico, histórico y social de lo que Cádiz es capaz de hacer para aglutinar los sentimientos de una nación que, como tal, como unidad y como idea, nació en su Oratorio de San Felipe Neri. Pero cada vez que asoma el invierno, lo prioritario es reconocer que el gran consenso de 1978 es su mejor fruto, su mejor descendencia, también de Cádiz. Es necesario repetirlo, con tono claro y firme, ahora que crecen las voces –incluso en el Gobierno– que cuestionan su validez, su modernidad y que quieren romper sus líneas maestras con aventuras políticas o separatistas que amenazan su esencia.

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