Cobrar más por aparcar menos
La expansión de los aparcamientos regulados oculta una obsesión política y un afán recaudatorio urgente
Para el presunto responsable de Urbanismo y Movilidad en el Ayuntamiento de Cádiz, cerrar el casco antiguo al tráfico de vehículos es una obsesión , más que una prioridad. Cada palabra y, sobre todo, cada decisión, lo confirma. En ese empeño político, que podría ... ser legítimo si atendiera una mayoría de necesidades y sensibilidades. Pero no es así. Las colas vistas ayer para recoger tarjetas de residentes que permitan el aparcamiento en las nuevas zonas naranja y verde , añadidas a la azul omnipresente, muestran que estas decisiones se toman de forma precipitada y arbitraria. Las molestias, económicas y cotidianas, que causan a varios miles de vecinos quedan al margen de estos planes, por no hablar del perjuicio que se inflinge a los comerciantes en la peor situación que han vivido a causa de la pandemia. Aparcar en el casco antiguo, incluso en moto ya, será más difícil y más costoso. Más... Todavía porque siempre ha tenido fama de ser inaccesible para los coches (de no mediar el pago de caros estacionamientos privados) por lo que se produce un efecto de disuasión para las visitas de compras o gestiones. La preocupación que olvida ese responsable municipal, Martín Vila, es la de facilitar alternativas, espacios, para que sean posibles los movimientos cotidianos de vecinos y visitantes en una ciudad de configuración tan compleja como la capital gaditana. Aparcar en el centro de Cádiz es una tarea difícil desde siempre. Sin embargo, no ha dejado de complicarse cada día en los últimos años y especialmente desde la apertura al tráfico del nuevo puente sobre la Bahía, hace ya más de cinco años.
La tarea de encontrar estacionamiento es especialmente compleja durante las mañanas laborables porque es el momento en que la mayoría de ciudadanos se concentra en esta zona. Y cada vez se le ponen más trabas. Para ello, la zona azul y las de otros colores no aportan ventajas para el vecino. Reflejan, sin duda, un afán recaudatorio para una empresa municipal ( Emasa ) y una administración municipal desesperada por la caída de ingresos. El objetivo de concienciar a los ciudadanos de que no usen tanto el coche es una quimera. Todo queda reducido a cobrarles, hacerles pasar colas y trámites burocráticos que incluso han obligado a ampliar los plazos de solicitud. La obsesión de Martín Vila no es más que una molestia diaria y añadida a las enormes que vecinos y comerciantes ya tienen.
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