Una carpa con calor y calzador

Dado que se trata de un carnaval excepcional y extemporáneo, no pasaría nada por eliminar las piezas del programa tradicional que no encajen o resulten molestas

Faltan menos de dos semanas para el inicio del Concurso Oficial de Agrupaciones. Será el comienzo del segundo carnaval del año, el oficial, el que tiene organización y programa institucionales. Ya resulta baldío debatir sobre si era necesario hacer esta convocatoria fuera de fecha, cuando ... se hizo un carnaval en su momento –una delicia por esencia, por menores aglomeraciones y ausencia de incidentes– el pasado febrero. Es indudable que el Concurso de Agrupaciones, el Falla, no podía celebrarse en ese momento porque los contagios tenían proporciones de plaga bíblica apenas un mes antes, a mediados de enero. Así no había forma de preparar nada. Si se quería salvar el certamen, siquiera capitidisminuido, aplazar era la única opción. Podría haberse cancelado un año más. Pero, de nuevo, es una discusión ya superada. Ahora se trata de que todo salga lo mejor posible y que no haya que volver a cambiar fechas nunca más. Sobre todo porque significaría que la maldita enfermedad global no vuelve a imponerse con miedo, dolor y muerte.

Ahora bien, el hecho de recuperar el Concurso aún de manera forzada, de hacer un programa de actos de consolación tras el año perdido, incluso de volver a ver las calles llenas de grupos y público este próximo junio, tampoco debe confundir. No hay necesidad de clonar un carnaval como los de siempre –es provisional, no se olvide–, con idénticos modos. Si alguna pieza no encaja, si algún apartado resulta molesto fuera de su fecha o lugar no el habría menor inconveniente en quitarlo, puesto que en 2023 –es decir, a la vuelta de la esquina– es previsible recuperar cada ritual en su lugar y su hora.

Un ejemplo de esta última prevención sería la carpa para fiestas. Cambia de ubicación y se sitúa junto a la estación de Renfe pero pegada a la Cuesta de las Calesas. La proximidad llevará ruido hasta la madrugada a cientos de viviendas del barrio de Santa María. Además, en una fecha en la que es necesario abrir las ventanas. Para colmo, elimina cientos de aparcamientos en una ciudad que los precisa exageradamente. En suma, no habría pasado nada por reducir, alejar o eliminar esta parte del programa por un año. Por desgracia, parece que para el Ayuntamiento es una cuestión de orgullo (¿o votos?) imitar la fiesta de febrero en junio. Incluso a pesar de muchos de sus vecinos.

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