Una capital con playas de aldea
Cádiz, si quiere aprovechar todo el potencial del turismo, no puede abandonar sus costas y dejarlas con unos depauperados servicios

Llevamos tantos años golpeando el yunque que, como decía el refrán, hemos terminado por olvidar el oficio. Cádiz ha podido presumir, en las últimas décadas, de tener las mejores playas urbanas. Unos arenales con numerosos servicios, con seguridad y con unas facilidades de acceso que ... los hacían la envidia de los principales destinos de España. Pero eso era en el pasado. La imagen que presentan las playas en la actualidad, en la capital, dista mucho de esa postal orgullosa de hace unos años.
El Ayuntamiento puede buscar mil excusas, como ya nos tiene acostumbrados. Puede argumentar que los policías están realizando una huelga encubierta y que han sido ellos los que han decidido no prestar el servicio en la arena, lo que ha hecho de los arenales gaditanos un lugar abonado para la venta ilegal, los pequeños hurtos y las faltas de civismo. También puede escudarse en la pandemia del coronavirus para defender su cicatería con los servicios de playas. Duchas y lavapiés han quedado tan disminuidos que los bañistas tienen que apegotonarse o hacer cola para poder quitarse la arena. Incluso podrían argumentar, los discursos de San Juan de Dios son impredecibles, que la crisis económica les ha obligado a recortar la longitud de las pasarelas de madera para bajar a la playa sin que el bañista se abrase los pies. Y a los vecinos que se preguntan por qué la emblemática escalera de caracol situada junto a la plaza de Asdrúbal sigue cerrada después de dos años, les dirán que no se preocupen, que el proyecto ya está listo y que cuando se acerquen las elecciones, podrán bajar por ella.
Todo eso podrá decir el Consistorio, pero lo cierto es que las playas gaditanas han pasado de jugar la Champions a estar en una Primera Federación que sólo se salva por el entorno que la rodea. Incluso éste, con la falta crónica de aparcamiento y la degradación que sufre la ciudad en todos los aspectos de mantenimiento, es cada vez menos atractivo. La extrema dejadez en las playas se han convertido en una muestra del abandono que sufre el resto de la ciudad. Seguridad, lavapiés, duchas o accesos no son más que las pruebas visibles de una gestión que amenaza con convertir, hasta la playa, en un mero desierto.