La calle, de bastión a condena del equipo kichi

En los siete años que lleva la coalición de izquierdas en el Ayuntamiento, se ha pasado de invocar lo popular a evitarlo a toda costa

Siete años han pasado, pero por lo que estamos viendo hubieran parecido siete décadas. Siete años desde que el populismo de izquierda se instalase en el sillón de San Juan de Dios. El primer gesto de Kichi, cuando gustaba tanto de la interpretación en el ... mundo físico y no en las redes sociales, fue el de ofrecer el bastón de mando a la ciudadanía, enseñándolo desde el balcón del Ayuntamiento en un gesto que, visto ahora, provoca hasta sonrojo. Siete años, repetimos, han pasado desde la imagen de Kichi dándose ese baño de masas (las mismas que insultaron a Teófila Martínez cuando abandonaba el Consistorio) a la del alcalde que impertérrito escuchaba cómo los vecinos de San José le increpaban en un acto público ante su negativa de recibirlos por vía oficial.

Kichi no sólo ha perdido la calle, algo que se venía constatando desde hacía meses, sino que ahora, además, se esconde de ella. Ya en el parapeto de sus redes sociales (en las que sus publicaciones pasan cada vez más desapercibidas) o en el multiplicar la presencia de los concejales en los actos a los que debería acudir, su figura se ha ido empequeñeciendo. Las continuas contradicciones entre sus palabras y los logros de su gestión han provocado que cada vez menos colectivos le muestren su público apoyo.

Uno de los aspectos en los que esa brecha entre lo prometido y lo realizado se ha hecho más evidente ha sido en la participación ciudadana. Como recogemos hoy en el periódico, las asociaciones vecinales se quejan de que no se les convoca para la toma de decisiones y que, cuando se les cita, es sólo para una mera exposición de lo que se va a hacer. La cacareada participación ciudadana ha seguido una línea similar a la de las paredes de cristal y los vecinos ya están hartos de que no se les tenga en cuenta.

Kichi se está quedando cada vez más solo. No sólo le ha abandonado el que fuera su jefe de gabinete, José Vicente Barcia, sino que hasta sus socios de Izquierda Unida desdeñan a un líder cada vez menos dialogante. Ahora en la calle le han desaparecido también los apoyos. Falta por ver cuándo volverá a coger el megáfono, o el Twitter, para llamarlos a voces.

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