Los balcanes del PSOE gaditano

El Partido Socialista vuelve a enfrentarse en una guerra fraticida con cruzados reproches de fraude y con interesados cambios de bando

En la noticia que habla de la crisis del PSOE en la provincia en este periódico, recuperamos la fórmula ya fraguada hace una década de Cádiz-Herzegovina. Lo cierto es que, en este tiempo, han cambiado los actores y las actrices, se han modificado los ... compañeros de baile y hasta los enemigos parecen haber mudado de careta, pero lo que no se ha movido un ápice es la profunda balcanización que distingue al Partido Socialista. Haciendo un paralelismo con la célebre frase de Wiston Churchill, el PSOE gaditano genera más política de la que puede digerir.

Si en otra época teníamos a pizarristas y almagristas enfrentados por un quítame allá esos delegados y hasta hace unos años parecía que la lucha fraticida venía por los susanistas y los sanchistas, hoy los golpes de puñal, de frente y por las espalda, vienen por los fieles a Irene García (que cambió del bando susanista para abrazar al sanchismo) y Juan Carlos Ruiz Boix (que cambió del bando irenista para abrazar la rebelión). El escenario, ‘mutatis mutandis’, es el mismo. Todos reclaman ser los auténticos representantes de la voluntad socialista y, por encima de la concordia estimada en profesionales de la política, lavan sus trapos en los medios de comunicación con la intención de obtener una posición más ventajosa cuando vengan los recortes de barbas o el reparto de cargos.

La propia Araceli Maese, secretaria de Organización y simpatizante de los fieles a García, ha calificado de «bochornosa» la situación. En su toma de partido, ha acusado a los que hasta ayer eran sus conmilitones de no perdonar que Irene García sea «mujer y joven». Una acusación muy grave para quienes, hasta hace un mes, parecían no estar preocupados ni por lo uno ni por lo otro.

Desde el resto de formaciones, pese a lo que puedan declarar de micrófonos para fuera, se frotan las manos viendo cómo el actual primer partido de la provincia (según las últimas elecciones) explota como un polvorín. Sin embargo, la ciudadanía no puede menos que sentir sonrojo ante unas actitudes de telenovela que muestran más un irrefrenable interés en aferrarse al sillón (como se han acusado ellos mismos) que una noble actitud de servicio público. La democracia interna de los partidos es un bien para todos, pero las guerras civiles solo dejan escombros en los que sólo los más pillos ganan.

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