Opinión

El Ayuntamiento de las utopías y las nubes

El Gobierno local de Cádiz se ha especializado en debates lejanos, ajenos a sus competencias, mientras abandona toda gestión real

Por más que reincidente, el equipo de desgobierno que debería dirigir la administración municipal gaditana vuelve a sorprender. Ha sido tónica general desde su llegada, hace ya seis años, pero aún llama la atención su perseverancia en consagrarse a proclamas, debates y propaganda lejanos a ... sus responsabilidades, inaccesibles a sus competencias. Mientras, los servicios que les corresponden, los proyectos pendientes, acumulan desidia y polvo ante la creciente indignación de muchos vecinos de la ciudad de Cádiz. Siempre hubo tendencia a cierta distracción. Los plenos municipales, destinados a ser foro de representación y participación de la ciudadanía en la vida de la ‘polis’, fueron los primeros en mostrar esta deriva, incluso bajo mandato del equipo anterior. Hace tiempo que, en Cádiz, la idea de debatir sobre problemas reales y cotidianos (limpieza, indigencia, transportes, comercio...) es la auténtica utopía, una leyenda tan lejana como la Grecia clásica. Los plenos, mañana podrán comprobarlo de nuevo, no sirven de mucho. Las declaraciones del alcalde y sus ediles, entre una sesión y otra, siempre son una maniobra de escapismo. Ante esta evidencia, la mayor tara de este Ayuntamiento no es ya su incompetencia si no su irrelevancia. El empeño en pelear con VOX (sin representación municipal, por cierto), por quitar placas de escritores fallecidos hace décadas, cambiar el nombre de estadios o avenidas, gritar sobre asuntos educativos que no competen a sus tareas o debatir sobre Cuba y Marruecos se lleva la mayoría del tiempo, la escasa energía. Cuando los vecinos se enfrentan a la mayor crisis económica y social que han conocido en sus vidas resulta que se refuerza la fijación por lo inútil, lo ideológico y lo frívolo. La mayoría de los debates públicos están llenos de llamamientos a la paz universal, el avance de la ultraderecha, la defensa de la escuela o la sanidad públicas, el horror en Oriente Medio o cualquier otra causa imposible por lejana. Abundan las incomprensibles instancias a instituciones de mayor rango, declaraciones vacías o proclamas de lo más estrambótico. Sirvan estos ejemplos, reales y constantes, para resaltar las limitaciones de un modesto ayuntamiento de provincias y para rogar por la recuperación de la sensatez.

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